Y de pronto todos fueron amigos. Los maderistas se volvieron corderistas y los corderistas se volvieron maderistas. Las agresiones verbales y las demandas penales quedaron en el pasado. Jorge Luis Preciado, por primera vez en su joven carrera como coordinador panista, fue aplaudido y vitoreado por todos sus compañeros de bancada.

 

El momento de la reconciliación blanquiazul llegó cuando se discutía y se votaba aún la Ley General del Servicio Profesional Docente y se los senadores debatían por la toma de autobuses en Guerrero por parte de profesores. El perredista Fidel Demédecis defendió a los profesores, pero la panista María Luisa Calderón los reprobaba.

 

En ese momento, poco antes de la media noche del martes pasado, el senador del PT, Marco Antonio Blázquez, se lanzó contra Luisa María Calderón. “Usted está en el Senado, producto de un fraude electoral”. Cocoa miró fijamente y sin darle importancia, sólo respondió. “Los argumentos falaces no llevan a nada en un debate parlamentario”. A un costado, Javier Lozano no ocultó su enfado. Con ademanes se expresaba con la hermana del ex presidente Felipe Calderón, como respaldándola para que ésta se defendiera. Ella no lo hizo.

 

Ernesto Cordero, más tranquilo y hasta con esa sonrisa que lo caracteriza, no se explicaba el ataque hacia su compañera de partido. Lozano seguía molesto, lo reflejaba en su rostro y no pudo más, tuvo que enfrentar al ofensor de la hermana de su gran amigo. Caminó enfadado hasta el lugar del senador petista, con una papeleta en la mano llegó, recriminó de frente y le pidió explicaciones.

 

A lo lejos se vio el enfrentamiento. Javier manoteó y exigió argumentos a Blázquez Salinas, quien visiblemente sorprendido intentó no hacer más grande el enfrentamiento. Llegó el senador panista Francisco Domínguez y conminó a Lozano Alarcón a retirarse. Éste ya había terminado, se retiró y el senador del PT, ya con el panista de espaldas, se mofó moviendo las manos una y otra vez. Disfrutaba “su victoria”.

 

El héroe de la película

 

Y ante el silencio de los senadores y ante la interrogante de qué seguía, apareció el coordinador del PAN, Jorge Luis Preciado. No estaba programada su participación, pero la pidió y, después del perredista Raúl Morón, tendría su oportunidad.

 

Pasaron unos minutos y Raúl Cervantes, presidente de la Mesa Directiva, llamó a Preciado. El colimense caminó y también, fiel a su estilo, sencillo, pacífico y conciliador, expresó: “no se puede construir un prestigio tratando de desprestigiar a los demás”. Y continuó: “para nosotros es un gran orgullo tener a una senadora, que por segunda vez es senadora, como lo es, como lo es Luisa María Calderón Hinojosa, en nuestra bancada”.

 

Los senadores del PAN pusieron atención, como esperando alguna defensa más  contundente. Y llegó lo que ansiaban.

 

“Lo que le voy a decir es a quienes la aludieron, pero finalmente a este último orador (Blázquez Salinas), efectivamente Luisa María está aquí por producto de un fraude”. Preciado tomó aire y se preparó. “Porque de no haber sido así, ella sería la gobernadora de Michoacán y no senadora de la República”, terminó y caminó con ese garbo de quien cumplió, de quien atestigua el reconocimiento de los suyos.

 

Preciado Rodríguez sonrió como apenado, tímido. Ya lo esperaban los Cordero, los Lozano, los Calderón, los Gil. Ernesto, Javier, Luisa María y Roberto aguardaron el arribo de su coordinador. Lo tenían que felicitar.

 

Preciado sabía que tenía que llegar hasta ahí, porque bien pudo quedarse en su escaño, pero no, quiso sentirse, por primera vez, entre amigos.

 

Llegó hasta donde estaban los calderonistas-corderistas y de repente se dio el abrazo entre amigos. Ernesto Cordero salió y lo interceptó, le estiró la mano, se la apretó y lo miró a los ojos. Preciado recibió el saludo, hizo una mueca de tranquilidad, de alegría. Pareció que coordinador y ex coordinador limaron asperezas en ese instante.

 

Siguió Roberto Gil, ex secretario particular de Felipe Calderón; después la misma Cocoa, quien le agradeció la defensa. Javier Lozano no pudo faltar, le aplaudió, lo saludó y con una palmada en el hombro selló la reconciliación.

 

Jorge Luis regresó a su escaño, seguro, tranquilo de haber cumplido con su labor como coordinador, como defensor de las causas de sus compañeros, como el líder que hasta ayer, no había sido reconocido.

 

Preciado Rodríguez lo logró. Ahora, su principal reto ya no será golpear a los enemigos de Gustavo Madero, sino mantener esa unión, ese respaldo de los corderistas. Tarea nada fácil, pues el coordinador, sigue siendo maderista.