ruben-hernandezLa historia de Humberto Castillo como restaurantero se proyecta en una suma de coincidencias, pero también de una pasión y un gusto por el oficio que hoy se traduce en nuevos retos y satisfacciones, después de más de 40 años de trabajo.

Dedicado al sector de abasto alimentario, conoció en los 70 a dos empresarios que cambiaron el rumbo de vida, involucrándolo en el pujante negocio de las pizzas. Justamente en 1969, Gustavo (Pilo) Maya y el estadounidense Harold (Hal) Gershman inauguraron en la Ciudad de México Happy’s Pizza, ubicado inicialmente en el número 17 de la calle de Tolstoi, en la colonia Anzures, y siendo por muchos años un referente en la propuesta pizzera capitalina, antes de la popularización comercial de este platillo.

A esta primera propuesta que gozó de gran éxito, siguió otro establecimiento al sur de la ciudad, en San Ángel; otro más en Tecamachalco, además del restaurante en Ciudad Satélite, convertido en poco tiempo en un referente culinario en esa zona de apogeo habitacional.

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“No me dieron mucho tiempo para pensar, fue una decisión que tuve que tomar rápidamente; pero desde luego no me arrepiento. Hablamos de otros tiempos. No había el furor por la comida para llevar, ni las pizzerías surgían de la noche a la mañana, como sucede ahora. Desde un principio estuvo vigente el principio de la calidad, de utilizar los mejores ingredientes y preparar las pizzas con profesionalismo y mucho cariño”, refiere Castillo, figura medular desde hace años del proyecto emprendido por Pilo y Hal, y al cual ha dado continuidad en una ruta de cambios y ajustes, acorde también con la evolución del país.

Para muchos de los capitalinos de esos años, Happy’s Pizza era una referencia indiscutible, refrendada por los inconfundibles anuncios que solían transmitirse en algunas estaciones de radio. San Ángel era aún una zona bastante tranquila, sin los congestionamientos que hoy suelen predominar en áreas como la aledaña a Ciudad Universitaria. Para algunos, no había nada mejor para cerrar la semana de clases en la Facultad que una visita al establecimiento del Relox, en sintonía con una buena jarra de cerveza y una exquisita “bien vestida”.

“La bien vestida es sin duda el icono de nuestro negocio. Todos nuestros clientes la identifican como parte de nuestra imagen. Lleva la mayoría de los ingredientes, exceptuando mariscos. Los productos han sido una de nuestras prioridades desde el principio, como decía, porque no se trata se sustituir o cambiar de buenas a primeras. Los embutidos son cuidadosamente seleccionados, con proveedores reconocidos como La Europea, por ejemplo.

“Vivimos momentos de muchísima actividad. Me recuerdo todavía amasando en la madrugada. Teníamos un ritmo intensísimo de trabajo. Algunas de las pizzerías que hoy son muy populares en aquel momento no alcanzaban los niveles de venta que logramos. En Satélite, por ejemplo, teníamos toda una bodega de cajas de cartón, dada la amplísima demanda. Satélite sigue siendo un punto donde nuestra presencia sigue muy fuerte”, dice Humberto.

Castillo agrega que durante la crisis económica de los 90 fue necesario cerrar establecimientos, entre otras razones porque nunca hicieron concesiones con la calidad de los productos.

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“Nuestra apuesta fue la acertada, ya que la calidad de nuestra carta y de nuestro servicio, la fidelidad de nuestros clientes, así como el esfuerzo por mantener viva una reconocida empresa, nos permitió conservar en pie el establecimiento de Ciudad Satélite, baluarte de una larga tradición. Seguimos con el entusiasmo de los fundadores, hemos abierto dos nuevos establecimientos, uno en Coyoacán y otro en la colonia Juárez. Al mismo tiempo, hemos ampliado nuestro menú para ofrecer, además de nuestras pizzas y las tradicionales cervezas de barril, pastas y ensaladas, elaboradas con la misma atención y productos de calidad que nuestras pizzas, y vinos seleccionados para acompañarlas”.

“Tal vez en lo personal no me inclinaría por la inclusión de pastas y ensaladas, pero también hay que ir con los tiempos actuales, con las preferencias, pero sin desvirtuar nunca la idea esencial, ni perder de vista la calidad. Otra de las acciones que tienen mucho éxito ha sido la inclusión de preparaciones especiales, de temporada, que siempre causan buen recibimiento entre los comensales, como es el caso de la pizza de bacalao, que servimos en temporada decembrina”, indica.

AL DETALLE

happy4En un tiempo de masificación, de conceptos pre-elaborados, enfocados más a la comercialización que al desarrollo de una creatividad y una identidad culinarias, la presencia de Happy’s Pizza remarcan el valor de una labor auténtica y honesta: el sabor una fast food honesta, como sugiere Carlo Petrini, y como es en buena medida mucha de la cocina popular mexicana.

“En el caso del establecimiento en la colonia Juárez, en la Plaza Washington, ha sido también una recuperación de un espacio espléndido, además del apoyo a la reivindicación de una zona con historia y tradición. Anteriormente era un local de comida corrida, pero en general el espacio estaba ocupado por gitanas que muchas veces ahuyentaban a la gente. Era difícil transitar en ocasiones. Creo que áreas como la Plaza Washington merecen una oportunidad, y la oportunidad también de que la gente la disfrute.

Cocina de convicciones, de arraigos, de historias, con la H de Happy, de Humberto y de Hal campeando en una crónica de honestidad que trasciende las décadas y devuelve a la Ciudad de México un poco de esa sencillez, de ese apego que a veces se olvida. No son sólo pizzas, son vivencias y recuerdos, son emociones…como cuando pensabas que un viernes por la tarde, una pizza y una jarra de cerveza con el “amor de tu vida” (o que imaginabas era “el amor de tu vida”, haciendo a un lado aquello de que “el amor es eterno mientras dura”) era todo lo que necesitabas para ser feliz en este mundo… y los que siguieran.