BUENOS AIRES. Ponderada como expresión de la identidad nacional, la industria vitivinícola argentina se perfila como una de las más relevantes entidades del país, capaz de abrir y reforzar importantes vías comerciales en los distintos continentes, pero sobre todo de hacer de sus vinos todo un fenómeno social, algo de lo cual poquísimos países productores pueden enorgullecerse.

Con la Malbec como cepa insignia del país, y un Día Mundial de esta variedad que ha sido uno de los fenómenos mediáticos más exitosos, si no el que más, en el panorama vinícola mundial de los últimos años, Argentina es expresión de dinamismo, innovación y trabajo colectivo. En la tercera edición del Malbec World Day, realizado el pasado 17 de abril, participaron en las celebraciones más de 1.5 millones de personas en todo el mundo, con la intervención de más de 300 bodegas argentinas.

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De igual modo, en esta época de necesaria proyección en las redes sociales, Facebook y Twitter resultaron fundamentales en la resonancia de esta fiesta. De acuerdo con los informes de Wines of Argentina (WofA), entidad que desde 1993 promueve la marca y la imagen país de los vinos argentinos por el mundo, aumentó 30% el número de fans en la página de Facebook de WofA, y en la semana previa al Malbec World Day se alcanzaron a más de 378 mil cuentas.

“La Malbec es una impronta, un símbolo del trabajo que actualmente estamos realizando las bodegas argentinas, a la vez que del desarrollo de nuevas fórmulas para ampliar y ratificar nuestra presencia en diversos países, con un signo de emotividad, de cordialidad”, dice Alberto Arizu, presidente del WofA y gerente comercial de la bodega Luigi Bosca, en Mendoza, una expresión directa de lo que está sucediendo en el país austral, donde el orgullo de las tradiciones sigue presente, pero sin perder el ritmo de nuevas búsquedas en el viñedo, en la labor enológica, con los acentos necesarios de los avances tecnológicos.

“Si bien Argentina ha producido y consumido vinos por más de 200 años, en los últimos 10, como consecuencia de la globalización, la industria vitivinícola sufrió cambios importantes. El país, la industria, e incluso las familias relacionadas con el vino desempeñaron un papel activo en este proceso. Nuevos emprendimientos y desarrollos regionales, así como incorporación de nuevas variedades que se sumaron a las tradicionales, como Malbec, Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Torrontés, son algunos de los cambios observados”, advierte Dolores Lavaque de Velazco, especialista en Administración de Empresas especializada en Vinos en la Bordeaux Business School.

CUESTIONES DE ALTURA

Más de 90% del vino comprado por consumidores en Argentina es de origen nacional. Una producción local que data del siglo XVI, así como el espíritu nacionalista, son factores que han marcado esta tendencia. Sin embargo se van generando variantes importantes. Además del interés por generar más exportaciones, las nuevas generaciones manifiestan un interés por ampliar su espectro de conocimientos en el plano internacional, si bien las políticas gubernamentales, la inflación y la volatilidad cambiaria dificultan las importaciones.

Desde la región Norte, marcada por el estigma de la excepcional Torrontés, mayormente cultivado en el Valle de Cafayate, en Salta; pasando por Cuyo, con la resonancia de San Juan y de la emblemática Mendoza, el “Silicon Valley” del vino argentino, como sugiere Lucila Pescarmona, de Largarde, a propósito de la interacción entre productores; hasta la mítica Patagonia, donde Faustino Domingo Sarmiento vislumbrara la tierra prometida de una nación moderna, y cuyas condiciones naturales marcan una tipicidad inobjetable, como en el caso de la Pinot Noir, Argentina se perfila como una nación de intensidad vinícola, donde la tierra, el ser humano, la imaginación y la ciencia marcan continuidad y cambio en una historia escrita con lenguaje propio.

“Argentina ha desarrollado una viticultura muy singular. La altitud, la amplia gama de temperaturas, el know-how local, las nuevas tecnologías y una cultura popular altamente arraigada a la tradición vitivinícola, hacen que nuestros vinos posean una identidad y calidad únicas”, explica Matías Prezioso, de la Asociación Argentina de Sommeliers.

Agrega que la baja fertilidad de suelos, los climas continentales, la pureza del agua y los excelentes climas, son condiciones de esta nación que tiene a la Torrontés con su variedad criolla original, precisa el especialista.

“Ha quedado demostrado que en las bodegas argentinas se trabaja fuertemente en pos de mejorar la calidad de nuestros vinos y gracias al trabajo de Wines of Argentina éste es un reconocimiento que se da cada vez más a nivel mundial”, dice Alberto Arizu a propósito de los Argentina Wines Awards 2013, otra de las vías de reconocimiento y promoción que, como él mismo advierte, simbolizan lo mejor del vino argentino, representando a la industria en diversas acciones a lo largo del año en todo el mundo.

EL VINO ARGENTINO EN NÚMEROS

5º Productor mundial

9° Exportador

7° Consumidor

1,300 Bodegas

847 MM de dólares en exportaciones de vino embotellado año 2011

1,500 MM de dólares en inversiones en los últimos 20 años

3 Regiones vitivinícolas

217.750 Ha de terreno cultivadas

Fuente: Wines of Argentina