Las bebidas alcohólicas existen desde hace unos ocho mil años. Diversos procesos de fermentación contribuyeron a enriquecer la dieta de los humanos desde la época conocida como Neolítico.

 

La fermentación de la leche dio origen a los quesos. De las harinas fermentadas y horneadas surgió el pan. Al fermentarse las uvas o su mosto (jugo) se produjo el vino.

 

Queso, pan y vino constituyen una trinidad, no necesariamente santísima, pero sí rica y nutritiva, que ha estado junto a la humanidad por milenios. La fermentación láctica, mediante bacterias, no produce alcohol, de modo que los quesos, el jocoque o yogurt no causan embriaguez.

 

Lee la nota completa de nuestra revista digital VIDA+ aquí.