¿Qué significaría para un empresario comerciante el que de pronto le dijeran que su producto/servicio vale menos -en términos pecuniarios- debido a que las fuerzas del mercado le imponen cobrar menos dinero por su actividad económica?

 

Pues México es hoy ese empresario. Y la llegada de los llamados capitales golondrinos que buscan vorazmente -mediante inversiones financieras especulativas- rápidas utilidades tomando ventaja de la estabilidad económica del país.

 

Ese ataque especulativo de capitales financieros voraces es lo que tiene al peso ficticiamente fortalecido -analistas esperan que el dólar rompa la barrera de los 12 pesos en breve-, lo cual afecta seriamente los ingresos del sector exportador y pone en riesgo la competitividad reflejada en la balanza comercial.

 

Hoy en día, capitales golondrinos asiáticos, estadunidenses y algu- nos europeos buscan, mediante inversiones en los mercados financieros, beneficios en el corto plazo. México es un mercado objetivo de estos especuladores.

 

Se trata de inversionistas mercenarios que no le apuestan a un país a través de capital productivo, de inyección de dinero a proyectos que generan empleo y dinamizan la economía.

 

Se trata de los mismos capitales que han desequilibrado la repartición de la riqueza mundial mediante la especulación. Los mismos que en su peregrinar han dejado profundas crisis y propiciado quiebras en diversos países del mundo.

 

A la luz de las lecciones derivadas de los desquiciamientos financieros históricos y, sobre todo de los actuales, México debe ser muy cauto. Todos debemos evitar el espejismo que implica tener un peso fuerte en una economía exportadora en un contexto económico global que sólo garantiza dos cosas: incertidumbre y volatilidad.

 

El desempeño del Banco de México ha sido ortodoxo en las décadas más recientes. No tiene por qué dejar de serlo. Quizá sea un buen momento para el banco central de comprar dólares baratos para cumplir con vencimientos de corto plazo y adelantar el pago de deuda.

 

Si hay tanto apetito por traer dinero a México para levantar utilidades, ¿por qué no activar los resortes del aparato gubernamental para atraer inversión extranjera directa para el desarrollo de infraestructura, por ejemplo?

 

Obviamente no son tiempos de liderazgos que prometan defender al peso con la voracidad que lo haría un perro, lo que se necesita es el talento y sensibilidad para defender una turbina clave para el desarrollo nacional: el sector exportador.

 

Los técnicos sabrán qué medidas ortodoxas se pueden instrumentar para bajarle el sex appeal al país ante los ojos de los capitales golondrinos.

 

Estos inversionistas no tienen en su punto de mira el financiar proyectos productivos de nuevos emprendedores, desarrollar infraestructura o cualquiera enfocado en favorecer a México; quieren utilidad y entre más rápido, mejor.

 

Ante la fragilidad del entorno económico y social en el mundo, e incluso en algunos países de América Latina, el gobierno, iniciativa privada, partidos políticos, academia, ciudadanos, todos, debemos ver por nuestro interés común: el futuro del país.

 

No dejemos que México se convierta en un santuario de los golondrinos, recordemos que el guano de esta ave suele ser sumamente corrosivo.

 

Sería fatal que alguna visión torpe o populista fomente el ataque es- peculador de estos capitales golondrinos y asfixie el optimismo de quie- nes pensamos que México tiene hoy todos los elementos para propiciar un cambio que dé más y mejores oportunidades a gente con proyectos emprendedores dinamizadores de la economía