El reciente debate generado en las redes sociales por un artículo de opinión publicado en Yahoo México, en torno a la minifalda utilizada por la diputada plurinominal del Partido de la Revolución Democrática (PRD) Crystal Tovar de Aragón, en una de las sesiones del Congreso en San Lázaro, de principios de febrero, pone en evidencia una anquilosada postura sexista que lamentablemente continúa siendo reproducida por el discurso patriarcal contemporáneo en donde el cuerpo de las mujeres es objetivado sexualmente por la mirada masculina heteronormativa.

 

Esta situación dio pie a que la semana pasada legisladoras y legisladores del PRD y de Acción Nacional cerraran filas con la diputada al aprobar un exhorto para pedir a los medios de comunicación evitar hacer comentarios sexistas y discriminatorios sobre la vestimenta de las legisladoras de todos los partidos políticos.

 

Micher Camarena, diputada perredista y presidenta de la Comisión de Equidad y Género en el Congreso, pidió a los medios de comunicación criticar el actuar parlamentario de las y los legisladores, y no su forma de vestir.

“Puede que cuestionen nuestro quehacer legislativo y puede que ustedes cuestionen nuestro comportamiento ético, pero esta situación no implica que en los medios de comunicación se atente contra nuestra dignidad y se realicen comparaciones destructivas y peyorativas, y mucho menos critiquen nuestra forma de vestir”, señaló.

 

A pesar de las muchas trabas socioculturales para ingresar y mantenerse dentro de las filas de la política, existe una creciente inserción de las mujeres en las mismas, lo cual demuestra su interés por ocupar espacios de decisión que tradicionalmente han pertenecido a los hombres, pues son ellos desde el punto de vista tradicional los que ocupan el lugar del espacio público, la palabra hablada, el razonamiento, en contraposición con los espacios de lo privado asignados a las mujeres en donde lo sentimental, el silencio y la timidez afloran.

 

El hecho de que el columnista Miguel Ángel Castillo de Yahoo México centrara su crítica en la vestimenta de la joven política chihuahuense y demeritara ipso facto su profesionalidad como si el simple hecho de vestir tal o cual prenda diera derecho a que se le criticara a las mujeres por la supuesta “violación del protocolo de vestimenta”, permite que se genere un interesante debate entorno al porqué se es tan riguroso con las mujeres en cuanto a su vestir, según cuan larga o corta es su falda o que tan pronunciado es su escote.

 

La opinión por demás conservadora y misógina del articulista evidencia el hecho de que antes de que el público tuviese una opinión de la vestimenta de la diputada, él mismo ya objetivo sexualmente a Tovar de Aragón al señalar de manera procaz: “la diminuta prenda con la que asistió a una de las sesiones del congreso (…) lo que la ha lanzado al estrellato, dotándola de esos 15 minutos de fama”.

 

Aparentemente Castillo la critica por ponerse bajo la mirada masculina, por objetivarse sexualmente en un espacio de trabajo, como si su intención fuese el jalar las miradas, cuando es el mismo articulista el que la objetiva, la exhibe y la descalifica.

 

Esto me remite al concepto de la mirada objetivadora masculina utilizado por la teórica Laura Mulvey donde el espectador hombre es dueño de la mirada que cosifica el cuerpo de las mujeres en partes, como si sus cuerpos fueran el todo por la parte tal y como sucede con la sinécdoque.

 

La objetivación del cuerpo de las mujeres es el reducirlas a una mera cosa a diseccionarlas y de tal manera hacerlas sólo un pedazo de piernas, glúteos y pechos. Es irónico que el articulista acuse a la joven de exponerse a través de la sexualización de su cuerpo cuando es justo él, el que la objetiva, disecciona y sexualiza para placer de su mirada.

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Este es uno de los meollos del asunto cuando hablamos de las violaciones sexuales en que se culpa a la víctima por su vestimenta antes que al agresor. Si permitimos que continúen este tipo de conductas y que sean naturalizadas, fomentamos la violencia contra las mujeres, contra su derecho de decidir sobre sus propios cuerpos.

 

El texto “Crystal Tovar, la diputada con la minifalda más corta” de Ángel Castillo tan sólo está reflejando una cultura machista en la que las personas encuentran difícil de comprender que una mujer en un espacio público se vista de la maneraque desee, pareciese que no se puede ver a una mujer en sus plenas funciones laborales sin que sele objetive y que merezca respeto como cualquier ser humano por el sólo hecho de usar una minifalda que en los 60 del siglo XX constituyó una vía de liberación y empoderamiento de las jóvenes mujeres occidentales.

 

La minifalda creada por la diseñadora Mary Quant, y nombrada a partir del nombre del auto favorito de la creativa británica, el mini, sigue despertando polémica.

 

Como dijera la diputada Tovar Aragón, en entrevista con Milenio Televisión, “con o sin minifalda, todas las mujeres somos agredidas”, lo cual evidencia que el asunto va más allá de una prenda de vestir, más bien habría que cuestionarse la ética de las sociedades con respecto a cómo mira y construye los cuerpos de las mujeres.

 

En mi opinión la decisión de la legisladora encarna fortaleza y seguridad en sí misma sobre todo al contestar al citado articulista, por medio de una carta, su derecho de hacer de su cuerpo un campo de batalla como joven política y abrirse así un camino sin prejuicios dentro de la plaza pública.

 

Es inaudito que a las mujeres se les pidan explicaciones de cómo se visten, y de su apariencia física. Como diría la filósofa española Amelia Valcárcel, autora de Ética contra Estética y la Política de las Mujeres, todo obedece a “la fuerte inercia patriarcal, que mueve aún el planeta tierra”. “está en las costumbres, en cómo hablamos y pensamos, y la tienen igualmente los dos sexos”. Frenar esa inercia será “un esfuerzo de varias generaciones”.