Fue el gobierno de Estados Unidos, por conducto de su embajador en México, Henry Lane Wilson, quien mandó asesinar a Francisco I. Madero -la noche del 22 de febrero de 1913, en el Palacio de Lecumberri de la Ciudad de México-, aseguró la historiadora por la Universidad Iberoamericana (UIA), Edith Castellanos.

 

En entrevista con Notimex previo a un recorrido organizado por la Coordinación de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura capitalina, la experta sostuvo que a pesar de que Madero ya había firmado su renuncia como presidente de México, tuvo que ser asesinado, pues de dejarlo vivo, hubiera “reorganizado su lucha” revolucionaria.

 

Recordó que Madero tuvo una gran enemistad con el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, quien lo veía como “la piedrita en el zapato”, toda vez que tuvo varias fricciones con el gobierno mexicano, porque éste no había favorecido los intereses comerciales de inversionistas estadounidenses, sino por el contrario proclamó una serie de medidas nacionalistas que los afectaban.

 

“Los norteamericanos decían que corrían peligro los bienes y personas de origen norteamericano asentados en México. No obstante, Madero fue un enemigo para los intereses norteamericanos, pues no supo conciliar y ser fuerte para acabar con sus enemigos”, refirió Castellanos.

 

Wilson se encargó de acrecentar las fricciones entre ambos países, enviando a su gobierno informes alarmistas sobre la situación del país, por lo que EU exigió que se salvaguardara la integridad de sus ciudadanos radicados en México y que se garantizaran las inversiones realizadas, explicó.

 

Cuando los revolucionarios firmaron los tratados de Ciudad Juárez, en dicho documento había una cláusula en la que Porfirio Díaz manifestó que dejaría la presidencia con la condición de que Madero no llegará al poder.

 

“Él dijo que una vez que se fuera, se erigiera un gobierno interino, a fin de que los amigos de Madero lo olvidaran y sus enemigos se reorganizaran.

 

“Y tal como lo planeó Porfirio Díaz, se firmaron los acuerdos, entró Francisco León de la Barra a la presidencia y éste discutió de manera inmediata el licenciamiento de las tropas”, relató.

 

Al regreso de Madero a la Ciudad de México, señaló, éste se enfrentó a varios problemas, por ejemplo, con los hacendados, los cuales “le dieron dolores de cabeza”.

 

Manifestó que uno de los errores de Madero, siendo presidente, fue el que no cambió toda la estructura del Porfiriato, lo cual lo llevó a su debacle.

 

“Y cuando comenzó la Decena Trágica no quiso darse cuenta de que Victoriano Huerta fue un enemigo, un conspirador”, agregó.

 

Acompañada por un grupo de periodistas, la historiadora recorrió algunos de los inmuebles protagonistas de la llamada Decena Trágica, comenzando en el edificio de la Ciudadela, continuando por el Reloj Chino, hasta llegar al Palacio Nacional.

 

Los recorridos buscan dar a conocer los escenarios trascendentes del suceso y sensibilizar a la gente en torno a las consecuencias que tuvo el hecho armado para el patrimonio cultural de la Ciudad de México y sus habitantes.

 

 

CONMEMORACIÓN

En el Museo de la Revolución se realizarán diversas actividades hasta el fin de febrero.

 

Películas. 

La sombra del caudillo, de Julio Bracho, México, 1960, el 20 de febrero.
Colosio, el asesinato, de Carlos Bolado, México, 2012, el 27 de febrero.

Ciclo de Conferencias
La Decena Trágica y sus protagonistas extranjeros
Imparte: Dra. Josefina McGregor Gárate. Febrero 14.

 

Los efectos de la Decena Trágica en el Patrimonio de la Ciudad de México
Imparte: Lic. Guadalupe Lozada León. Febrero 21.

 

La Decena Trágica: uno de los episodios más fotografiados de la historia de México
Imparte: Dra. Claudia Negrete. Febrero 28

 

Plaza de la República, s/n, col. Tabacalera, Del. Cuauhtémoc

17:00 horas,