Oculta la nariz y la boca, las manos resguardadas bajo guantes de felpa, el cuerpo cubierto por ropa para el frío y enredadas las bufandas al cuello, siete mujeres realizan movimientos lentos y armónicos: practican tai chi chuan al aire libre.

 

Todas ellas están allí, postradas como los guerreros chinos de terracota y sobre sus cabezas hay una pesada bruma. Se pensaría que es neblina por las bajas temperaturas, pero no. Es contaminación, suciedad. Una callada bomba del tiempo que acecha a Pekín, y a toda China, nación que de esta manera paga las consecuencias de su intrépido ascenso en la escala mundial.

 

Entre los ciudadanos de la capital china, y otras grandes urbes del país, se ha vuelto normal el uso de mascarillas para cubrirse de la polución. Más correcto es decir, que el sucio ambiente los obliga a adaptarse, no sin desagrado y protestas de por medio.

 

(Foto: AP)

 Y es que del 25 al 30 de enero, las lecturas de los niveles de partículas PM2.5 se mantuvieron por encima de 300 por metro cúbico durante 50 horas, según reveló un estudio de la Academia de Ciencias de China.

 

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), ese tipo de partículas, las PM2.5, no deben superar las 35 por metro cúbico. En su página de internet, la organización “Ecologistas en acción” cuenta lo siguiente:

 

“El material particulado respirable presente en la atmósfera de nuestras ciudades en forma sólida o líquida (polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento y polen, entre otras) se puede dividir, según su tamaño, en dos grupos principales. A las de diámetro aerodinámico igual o inferior a los 10 µm o 10 micrómetros (1 µm corresponde a la milésima parte de un milímetro) se las denomina PM10 y a la fracción respirable más pequeña, PM2.5. Estas últimas están constituidas por aquellas partículas de diámetro aerodinámico inferior o igual a los 2.5 micrómetros, es decir, son 100 veces más delgadas que un cabello humano”.

 

El mismo estudio reporta que fueron los gases de vehículos de motor, la combustión de carbón, la polvareda de las construcciones y emanaciones de la producción industrial lo que contribuyó a los altos índices de polución.

 

La Academia de Ciencias china señaló que 50% de la contaminación provino de las emanaciones de los vehículos de motor, combustión de carbón y cocinas. Pero tan solo los autos fueron responsables del casi 25% de las partículas PM2.5.

 

Otro estudio reciente, llevado a cabo por Greenpeace East Asia y la escuela de salud pública de la Universidad de Pekín, no tiene mejores noticias: estima que la contaminación del aire ha causado más de 8 mil muertes prematuras en cuatro grandes ciudades chinas el año pasado.

 

 

Hacer de la polución un negocio

 

Fieles a su carácter excéntrico, y a su vocación por los negocios, los chinos han empezado a crear máscaras contra la contaminación. Las hay simpáticas, menos anticuadas, de todos colores y texturas. La suciedad del aire que se respira vista como una fuente de dinero, y los ciudadanos preocupados por su salud como potenciales consumidores.

 

El éxito del negocio vio su origen hace poco más de dos semanas, cuando la capital china registró niveles de contaminación atmosférica que excedieron de manera escandalosa el límite máximo de riesgo para la salud, y entonces una nube amarillenta llegó a ahogar a Pekín.

 

Lo que para muchos fue una mala noticia, para otros fue un nicho, una oportunidad empresarial, una señal de que el aire, vital para el presidente, el pobre, el hijo, el senador, el artista, para todos, puede empezar a comercializarse.

 

Es el caso del multimillonario Chen Guangbiao, quien hace unos días apareció en las calles de Pekín para hacer lo impensable: regalar “aire puro enlatado”. En las latas, verdes y amarillas, se leía la frase “Chen Guangbiao es un hombre bueno”, y contenían aire fresco.

 

(Foto: AP)

 

En palabras de Guangbiao, el hecho de regalar “aire puro” es una crítica a la obstinación del gobierno chino y de los emporios empresariales de “crecer a toda costa, a expensas de nuestros hijos y nietos, y de sacrificar nuestro medio ambiente”.

 

No obstante el buen gesto, el crear latas con aire puro en medio de una nube tóxica trae consigo la inquietante posibilidad de que un recurso para la vida, el más básico y vital, se convierta en un bien comercial.

 

Según escribió la BBC, las latas de Chen se venden a 5 yuanes ($0.8 dólares) y el dinero recaudado va dirigido, según el “hombre bueno”, a las regiones más pobres de China.

 

Las ventas se dispararon tras la reciente racha de contaminación hasta las casi 8 millones de latas vendidas en los últimos 10 días, explicó el multimillonario.

 

A la gente se le está pidiendo que cierre las ventanas de sus viviendas. La venta de purificadores de aire y tapabocas ha aumentado de súbito al grado de que ya no se encuentran estos productos, todos quieren uno.

 

(Foto: Especial The Guardian)

 

La minería, negocio sucio aquí y en China

 

Sucias e inmóviles, dos colosales torres que no dejan de escupir humo saltan a la vista sobre un horizonte lleno de contaminación. Ahí están, lanzando una y otra vez sustancias que hieren la atmósfera y dejan cicatrices irreparables. Es la ciudad de Datong, a la que sus habitantes llaman la capital china del carbón, donde el aire está ennegrecido consecuencia del polvo del mineral.

 

China, que el año pasado cerró con un Producto Interno Bruto (PIB) del 7.8%, que contrasta con el 2.2 de los Estados Unidos, ha echado mano de la industria del carbón para consolidar su crecimiento. Es un trabajo sucio, pero en esa nación oriental es una actividad crucial.

 

Actualmente, en China se quema casi el mismo carbón que consume el resto del mundo junto. Pero esto está asfixiando a muchas ciudades, incluidas la capital Pekín y Beijing.

 

El carbón produce dos tercios de la energía que consume en el país y es la principal fuente de contaminación junto con los millones de automóviles que a diario recorren las calles.

 

(Foto: EFE)

 

“Tenemos que cambiar”

 

Por ello los chinos comienzan a cuestionar su modelo económico. Es innegable el boom de la nación china, pero también lo es el daño irreversible que está causando.

 

“Tenemos que cambiar. La contaminación causada por el carbón es simplemente muy severa. Si no pasa nada, la indignación pública en las grandes ciudades seguirá aumentando”.

 

Las palabras son de Yang Fuqiang, ex investigador de política energética del gobierno y ahora alto asesor del Consejo de Defensa de Recursos Naturales, quien añadió: “El gobierno necesita restringir el uso de carbón y desarrollar tecnología limpia más eficiente”.

 

El reclamo llegó también a las páginas de los diarios, pues el People’s Daily, portavoz del gobierno chino, publicó un editorial titulado “Una bella China comienza con una sana respiración”, donde critica que el país carezca de un crecimiento más sostenible.

 

(Foto: EFE)

 

En tanto, las autoridades de Pekín ordenaron el cierre temporal de más de cien fábricas por los niveles peligrosos de contaminación. Las compañías y agencias estatales también recibieron la orden de reducir en un tercio el uso de autos.

 

Según la prensa local, la semana pasada los ingresos hospitalarios por problemas respiratorios se incrementaron en un 20%.

 

Algo es seguro, con la llegada de fechas como el año nuevo chino o el “día de los enamorados”, los productos antipolución como los purificadores de aire, latas con oxígeno o máscaras que cubren nariz y boca podrían figurar en las listas de regalos.