El arribo de Enrique Peña Nieto a la presidencia de México abre nuevas expectativas de desarrollo en una sociedad dividida ideológicamente, abrumada por la pobreza, la desigualdad social y la falta de oportunidades para las nuevas generaciones, señaló la Arquidiócesis de México.

 

Subrayó que ningún buen mexicano le debe apostar al fracaso del nuevo gobierno porque sería en perjuicio de todos los ciudadanos; aunque la realidad descrita es desoladora se debe mantener firme la esperanza de que es posible transformar y forjar en nuestra patria una mejor sociedad, señaló el editorial del semanario Desde la Fe.

 

La publicación apuntó que es preciso salir de la “mezquindad personal y grupal” para poner en nuestra mira la construcción de un país que no puede perder las oportunidades que tiene para sensibilizarse en cuanto a los múltiples problemas que lo aquejan, además de aspirar en conjunto al progreso y desarrollo, que son pilares de la justicia y la paz.

 

Asentó que es urgente actuar debido a que la sociedad está herida por el flagelo apocalíptico de una violencia demencial desatada por el crimen organizado, e impotente ante un sistema judicial ineficiente y corrupto y una clase política en la que muchos sólo pretenden sus “intereses y viven en el derroche irresponsable” de los recursos públicos.

 

La arquidiócesis calificó el sistema educativo como “deplorable” y llamó “mezquino” al sindicalismo que no favorece el desarrollo comunitario, y que ha incorporado a su cultura la corrupción que devora, y que hasta ahora ha provocado un hoyo negro e impedido que los recursos sean canalizados para el desarrollo social; este fenómeno representa un gran reto para el nuevo gobierno.

 

“El presidente Enrique Peña Nieto tiene ante sí retos que son impostergables de atender”, reafirmó.

 

El organismo católico asentó que el gobierno del priista deberá promover un auténtico humanismo que ponga a la persona y su dignidad en el centro del servicio del quehacer político, por encima de los “intereses partidarios o particulares de los institutos políticos o gremios, y sus ideologías”.

 

El órgano religioso llamó a emprender reformas económicas para crear empleos debidamente remunerados que pasan por una serie de reformas constitucionales, que históricamente ha sido aplazada por la “mezquindad política” que frena injusta e irresponsablemente el desarrollo de las futuras generaciones.

 

También pidió que se pongan en marcha programas sociales “libres de paternalismos y clientelismos políticos” que fomenten una cultura del trabajo, la solidaridad, el compromiso comunitario y el ahorro, y contribuyan a disminuir la pobreza.