Huía de la guerra civil en China rumbo a Hong Kong, donde todavía no llegaban los comunistas, viajaba con nueve personas más, a tres las mataron y él llegó con lo que traía puesto de ropa, un zapato, cincuenta centavos y un balazo en la pierna.

 

Era Jorge Cinco Sandoval, un joven mexicano de Guamúchil, Sinaloa, que 16 años antes, entre 1929 y 1930, había tenido que abandonar su país con su familia, porque el presidente Plutarco Elías Calles decretó que los chinos eran extranjeros indeseables y aunque su padre tenía más de 20 años en México y era comerciante de telas en Culiacán, debió irse.

 

“Calles saca a todos los chinos de Sinaloa y Sonora, echaron fuera a mi papá y mi mamá lo siguió, ella era de Guamúchil. Yo de chiquillo sufrí mucho, salí tres años, mi hermano tenía nueve y nos llevaron”, recuerda.

 

Sus hermanos mayores se fueron primero a China para estudiar, como ya no pudieron regresar a México, su padre los envió a Filipinas y al poco tiempo allí los mataron.

 

Cuando Jorge llegó a China con sus padres y dos de sus hermanos, una niña y otro niño, compraron una casa y lograron establecerse, pero en muy pocos años las cosas cambiaron, mataron a su padre para robarle y comenzó la Segunda Guerra Mundial.

 

De seis hermanos que eran sólo quedaron tres, debieron pedir ayuda en la calle y conseguir trabajo en lo que encontraban. A los 13 años Jorge consiguió un puesto de administrador de un hotel, pero lo debió dejar cuando comenzó la Revolución China.

 

“Mi mamá nunca habló chino. Los comunistas la hacían sufrir, cuando ellos le hablaban el corazón le palpitaba mucho porque no comprendía. Por suerte el líder dijo una vez que no entendía y ya no la llamaban, pero sufría mucho”, recuerda.

 

Mientras tanto, su madre escribía cartas a la embajada y al gobierno mexicano, a toda persona que se le ocurría, “escribía muchas cartas” pidiendo ayuda para salir de China, pero nadie la escuchaba, hasta que llegó al poder Adolfo López Mateos, quien en 1960 decretó la expatriación de mexicanos en el país asiático.

 

Pero antes, Jorge debió escapar a Hong Kong para salvarse, cruzó una parte del país y apenas llegó con lo que traía puesto, sin un zapato y con 50 centavos en la bolsa. Como tenía un balazo en la pierna lo llevaron al hospital y lo detuvieron. Una semana después lo liberaron y lo pusieron a trabajar, desde donde se movilizó para exigir su regreso a México.

 

“Me vine solo –cuenta Jorge-, los comunistas no dejaron salir a mi mamá, a ella la sacaron 13 años después, estuvo refugiada con las monjas escondiéndose de los comunistas”.

 

Jorge vivió 30 años en China, su madre pasó allá 43, sin saber el idioma y escondida junto con otro de sus hijos, que nunca regresó a México. Ella murió a los 101 años.

 

Ya en México Cinco Sandoval se hizo comerciante y se encargó de traer al país a 23 familiares más, entre sobrinos, yernos y primos.

 

Igual que todos los mexicanos repatriados tardó décadas en obtener su certificado de nacionalidad, a pesar de haber nacido en el país. La burocracia y la discriminación retrasaban todo.

 

“Le pegué a gente del gobierno porque me dijeron ‘ustedes son perros, no son mexicanos’. Le di un trancazo y me metieron al bote -detalla- y el hermano del presidente Mariano López Mateos me sacó del bote, me mandó dos abogados .Yo sé artes marciales y por eso lo tumbé y no me arrepiento de haberle pegado”.

 

Hoy Jorge tiene 84 años, es muy delgado, tiene poco cabello y se le ve cansado. Nunca antes había festejado el regreso a su patria, mañana lo hará, serán 52 años ya, estará con casi un centenar de personas y con familiares de López Mateos, quien dice les devolvió su país.