¿Quiénes serían los amigos de Ronald Reagan en Facebook? ¿A quiénes etiquetaría? ¿A quiénes rechazaría? ¿Qué tipo de mensajes escribiría?

 

 

Muy probablemente, su principal amigo sería J. Edgar Hoover, el famoso director del FBI con quien tuvo una comunicación (de datos) fluida de ida y vuelta. Complementarían la lista el equipo de futbol americano Hawkeyes de la Universidad de Iowa (Reagan narraba por radio lo partidos); Warner Brothers (el estudio cinematográfico que le extendió su primer contrato); el Screen Actors Guild (sindicato de actores que encabezó y espió), General Electric (como vocero de la importante empresa expresó su miedo a la invasión comunista), el Partido Demócrata (aunque después lo eliminaría de la lista para aceptar al Partido Republicano), Dwight D. Eisenhower, Richard Nixon, Barry Goldwater, Mijaíl Gorbachov, Margaret Thatcher, Anastasio Somoza, Sadam Husein y la contra nicaragüense, entre otros. Sí, Sadam Husein, sí, Anastasio Somoza. En algún lugar muy especial de su página guardaría con personal cariño la bio de Franklin D. Roosevelt.

 

 

Entre sus seres queridos, Reagan aceptaría las peticiones de su ex, la actriz Jane Wyman (aunque no se lo comentaría a Nancy, su segunda esposa), sus hijos Maureen, Michael, Patti y Ron.

 

 

Reagan vincularía a su página de Facebook con las notas sobre desregulación del sistema financiero, disminución de impuestos, liberalización en los precios del petróleo y evaporación del Estado.

 

Entre sus escritos compartidos, encontraríamos la descripción de la invasión de EU a Granada, los ataques a Libia y el Irán-Contra. En su cuenta, tendría que existir alguna vinculación con su frase célebre: El imperio del mal, de la otra Guerra de las Galaxias.

 

Entre sus fotografías, Ronald Reagan etiquetaría las de Mijaíl Gorbachov, Margaret Thatcher y aquellas en las que aparece con estrellas del cine. Las de José López Portillo, muy probablemente, no las etiquetaría.

 

 

Desclasificado

 

Al finalizar el mes de enero de 1984, el mainstream del momento, Michael Jackson, se encontraba grabando un comercial de Pepsi, cuando un conjunto de chispas mal habidas se encargó de carbonizarle una enorme colonia de pelos. Su vida ya no fue la misma. Paradójicamente, el competidor de la chispa de la vida le había quitado parte de su chispa. Es probable que después del accidente, Jackson habría visitado por primera ocasión lo que se convertiría a la postre en una de sus obsesiones, el quirófano.

 

Cinco días después, la mañana del primer día de febrero, el entonces presidente Ronald Reagan le dedicó una enternecedora carta al cantante. “Me complace saber que usted no está herido de gravedad. Conozco, por mi propia experiencia, que estas cosas pueden pasar en un estudio de grabación sin importar las medidas de seguridad que se hayan tomado. En Estados Unidos, millones de personas lo miran a usted como un ejemplo. Su profunda fe en Dios y la adhesión a los valores tradicionales son una inspiración para todos nosotros, en especial para todos los jóvenes. Usted ha ganado un buen número de seguidores así que I want you back. Nancy (la esposa del presidente) y yo estamos entre ellos. Michael, estamos muy felices por usted”.

 

 

La carta que el presidente le dedicó a Jackson llegó a las manos de un subastador sin mayor problema, el único valor de la carta, quizá, fueron las oscilaciones en la vida del cantante.

 

Lo que no se supo en su momento es que, antes de que la carta llegara a manos del subastador, el FBI la tuvo por algunas décadas.

 

Otra de las escenas humanas, y por lo tanto sorprendentes de Ronald Reagan, fue el interés que tuvo de investigar a un hombre casado que cortejaba a su hija Maureen. “¿Es un policía casado? ¿Quién es su esposa? ¿Tiene más información discreta?” Preguntas con las que Reagan trató de descifrar un entramado moral en el seno de su familia. El montaje de los espías fue empotrado en la cotidianidad de Maureen. Un agente de seguros ficticio entabló conversación con una empleada doméstica. El FBI puso sobre el escritorio de Reagan la historia. “Aviso Confirmado: la señora Reagan está viviendo con un patrullero casado”. El entorno del policía se ensombreció y para despejar dudas sobre su amor por la hija de Reagan, se divorció de su esposa. El FBI siguió investigando y derivó que el policía golpeaba a la hija de Reagan. El tiempo, como el mejor juez, hizo que la pareja rompiera su relación en 1962. En 1989, Maureen escribió: “todavía no he hablado con mis padres (sobre lo que había pasado)”. No era necesario, su padre lo sabía todo gracias al FBI.

 

La Red Social

 

De haber existido Facebook durante la Guerra Fría, el FBI se hubiera ahorrado miles de horas-hombre que un ejército de espías utilizó para recolectar datos. Amigos, gustos, viajes, me gusta, etiquetar, y un largo etcétera, son diversas rutas de viaje por donde transitan datos en tiempo real.

 

 

 

La revista Harper’s acaba de publicar textos deconstruidos por el periodista Seth Ronsenfeld, sobre la relación entre Ronald Reagan y el FBI. Hoy, quizá, se agradece que fluyan rasgos humanos de uno de los personajes clave para entender el tiempo del liberalismo económico, la Guerra Fría y el anti comunismo.

 

Y sí, J. Edgar Hoover envidiaría a Mark Zuckerberg por tener en su poder la base de datos más grande del mundo. El FBI confiaba en Reagan, pero lo espiaba. Conocía sus hábitos y costumbres. Reagan, por su parte, proclamó a los cuatro vientos que el gobierno no tenía razones para inmiscuirse en la vida privada de los estadunidenses. Sin embargo, al cerrar la puerta de su despacho hacía lo contrario. Espiaba a los amigos de sus hijos. En 1961, Reagan mencionó en un discurso que “el gobierno sólo debe hacer cosas que la gente no puede hacer por sí misma”.

 

Ronald Reagan colaboró (red social) con el FBI para disipar dudas sobre los comunistas que asechaban Berkeley, en particular, en la Universidad de California.

 

El icono numérico del 68 atemorizó al entonces gobernador de California, Ronald Reagan, el actor hollywoodense que se sonrojaba al ver amenazas en Cuba, Nicaragua, El Salvador o Guatemala.

 

Reagan siempre asoció a Berkeley con los come niños: drogas, libertinaje, entiéndase sexo descontrolado, y sueños: variables inentendibles y terroríficas para los conservadores, por lo que tenían que ser observadas por la policía anti comunista. Ronald Reagan lo fue, al menos policía del pensamiento.

 

 

 

“Reagan mostró interés por colaborar con el FBI”. Quien habla es Seth Rosenfeld, autor, del reciente libro publicado, Subversives: The FBI’s war on student radicals, and Reagan’s Rise to power. Recientemente, en el periódico The New York Times publicó un texto sugerente: Reagan´s personal spying machine.

 

Rosenfeld asegura que Reagan comenzó a colaborar con el FBI por las huellas destructoras de la Segunda Guerra. “El mundo se derrumbaba” escribió el propio Reagan. ¿Cómo asegurar que con la Guerra Fría las armas no regresarían a escena? Ronsenfel, al deconstruir los textos desclasificados sobre la vida de Reagan, encuentra que un momento que marcó al político fue una noche de 1946, cuando el propio FBI le reveló que los comunistas se estaban infiltrando en la política de Estados Unidos a través de un grupo liberal. En ese momento, la obsesión ya estaba incubada en la conciencia de Reagan. Y su obsesión por conocer las sombras de las ideologías trascendía sus círculos lejanos. No sólo pidió que espiaran al policía que se casó con su hija Maureen. El FBI le entregó un reporte puntual de los amigos de su hijo adoptivo Michael. Uno de ellos, el hijo de Joe Bananas, el alias de Joseph Bonanno, un reconocido mafioso neoyorquino. La afición de ambos por los coches provocó que el destino los uniera. ¿Sólo los coches?

 

El común denominador del poder es la ausencia de rasgos humanos. La desclasificación de archivos elaborados por el FBI, esbozan los perfiles más humanos de los presidentes. En ausencia de Facebook y Wikileaks, agencias de investigación como el FBI hacían las veces de recolectores de información. En la era de la transparencia y de la sobreinformación, al FBI le queda tiempo para navegar en Google.