Hace algunos meses, en una conversación con un buen amigo periodista, Javier Matuk, discutimos el tema de los followers en Twitter, es decir, toda aquella persona que por decisión propia sigue a alguien en esa red social, su valor, e impacto para el usuario que goza del privilegio de tener alguien leyendo todo lo que en 140 caracteres quiere expresar.

 

La conversación surgió de una charla en la que hablamos de “expertos” y “blogueros” de tecnología recién surgidos (hace más de 12 años que tengo el gusto de compartir con él y muchos otros colegas momentos de grandes lanzamientos e información de tendencias tecnológicas), y que como por arte de magia, tienen a cientos de miles de personas siguiéndolos. ¿De donde saldría tanta gente siendo gente de “nuevo ingreso” a las filas del periodismo tecnológico?, nos preguntábamos en ese momento. O en verdad se trata de gente altamente influyente, y con una capacidad asombrosa de conexión con usuarios de plataformas sociales como Twitter, o había gato encerrado en la generación de tal masa crítica de seguidores.

 

En días pasados, fue publicada información acerca de la cantidad de usuarios falsos o inactivos del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien en su lista de followers cuenta con alrededor de 19 millones de personas, de los que, según datos de la aplicación fake follower check, 16 millones son falsos o inactivos, y solamente tres millones son seguidores de calidad. Es decir, sólo  15% del total de personas que técnicamente lo siguen, son reales.

 

Entonces, ¿de dónde surgieron esos miles, cientos de miles o millones de followers? Sin dar respuesta a la razón por la que el estadunidense tiene tal composición de seguidores, información que solamente la conocerá alguien de su equipo de campaña, hoy ya no es una noticia que es muy fácil buscar en internet empresas que vendan seguidores en diferentes volúmenes, todo depende del ego o interés del cliente.

 

He de confesar que después de leer sobre la revelación de Barack Obama y su cuenta de Twitter, acudí en busca de información utilizando la mencionada aplicación, básicamente tratando de confirmar la teoría sobre quienes el buen Matuk y un servidor, considerábamos que tenían su lista de seguidores inflada por razones poco explicables.

 

Los resultados han sido contundentes, pues con las personas analizadas me he encontrado con niveles porcentuales bastante similares a los de Barack Obama; siendo más precisos, de tres personas que analicé, ninguno pasó de 35% de seguidores existentes en la vida real.

 

La moraleja es clara: no todo follower existe en la vida real. Si la moraleja la trasladamos a estrategias de negocios, es importante ser muy cuidadosos a la hora de definir qué se quiere lograr con Twitter, sobre todo cuando un plan involucra la participación de personas que supuestamente tienen un gran nivel de influencia, basando tal aseveración en el número de followers. Y si nos vamos más allá, independientemente del número real de seguidores, hay que tener mucha claridad del retorno de inversión que representa un follower. No cualquier persona es como un robot que se comporta de la misma forma, cuenta con el mismo círculo social e influye igual. Dicho de otra forma, el follower no siempre es como lo pintan.

 

@jorgetaboada