Google junto a los hashtag tuiteros son los mejores medidores del estado de ánimo del momento. Después de que se revelara el nombre de Paul Rayn como compañero de fórmula de Mitt Romney, las palabras más tecleadas en el ambiente de Google fueron “paul ryan shirtless”. La voz popular lo recibió queriéndolo ver desnudo. Lo que significa que las mediciones demoscópicas en la intención del voto femenino se comenzaron a mover a favor de los republicanos.

 

De manera oficial no han iniciado las campañas porque también, de manera oficial, aún no hay candidatos.  Sin embargo, Estados Unidos ya tiene los temas de la agenda de sus campañas electorales que están por iniciar.

 

El tema del inminente candidato republicano se llama Paul Ryan. Mientras que el de Obama se llama clase media. Dos vectores que si bien aparentan tener diferente procedencia ideológica, ambos atraviesan a la sociedad estadunidense de costa a costa.

 

Si bien es cierto que la figura de la vicepresidencia estadunidense es ornamental, en nuestra época… ¡Es lo más importante! El lenguaje estético es mucho más eficiente que el retórico. Romney necesita un acento que lo aleje de la ambigüedad que en ocasiones parecer ser guiada por su ignorancia. Requiere a un político con una comunicación eficiente.

 

De igual manera, sobra decir que Mitt Romney eligió a su compañero de fórmula en función de la naturaleza de las campañas electorales: en su mayoría integradas por componentes emotivos pero con dosis tácticas de razones.

 

El radicalismo de Ryan lo convierte en anatema para los demócratas. Taladrar la conciencia de los ciudadanos para posicionar en ella la idea de que Obama no debe de reelegirse por la descomposición de los entornos económico y familiar, será la única función electoral de Ryan. En ese orden, la racionalidad tendrá que convencer a los estadunidenses que los recortes laborales se encuentran a la vuelta de la esquina, mientras que la emotividad de la familia apunta hacia un resquebrajamiento de los valores.

 

Híper liberal en lo económico e híper conservador en lo íntimo, Paul Ryan aprendió economía vendiendo el paquete quarter pounder de McDonald´s. Los McJobs siempre serán un referente laboral, como el índice Mc lo será para estimar los comparativos de los niveles de vida entre países. Al parecer, a Ryan siempre le ha gustado el mundo de la comida rápida. En Minnessota, condujo un auto con forma de salchicha promocionando a la compañía de embutidos Oscar Mayer.

 

Nacido hace 42 años en el seno de una familia católica irlandesa de Janesville, en el Estado de Wisconsin, Ryan estudió en la universidad de Miami en Ohio donde comprendió que sin regulaciones, las curvas de indiferencia de cada individuo, tarde o temprano terminan por convertir a los mercados en entes eficientes.

 

La muerte de su padre cimbró la adolescencia de Paul. A partir de ese momento salió a la calle para asegurar su manutención. A los 21 años viajó a Washington para integrarse al Congreso como becario del senador Bob Kasten y en sus tiempos libres se enclaustraba en el gimnasio para salir de él como un obseso de la imagen. Prueba fehaciente de que Paul conoció las entrañas de las hamburguesas. Recientemente, Vanity Fair recordaba su rutina preferida: “P9OX a lo bestia”, un rutina de ejercicios extremos a lo largo de 90 días. Se sobreentenderá que su nivel de grasa corporal no rebasa el 7 por ciento.

 

El faro, guía y luz de Paul Ryan en materia económica es Jack Kemp. En el thinktank Empower America su idea de la economía se redujo a la aplicación de una política fiscal cuyo único escenario era la desaparición del Estado, y por ende, la descalcificación de sus organismos reguladores. Bajo los códigos lingüísticos del tándem Reagan/Thatcher se le reconocería como promotor fiscal para interiorizar los modelos neo liberales.

 

Ryan, a los 28 años, ganó un escaño en la Cámara de Representantes y su desempeño siguió el modelo mexicano, es decir, votaba lo que le obligaban a votar salvo en los casos que se tocaban los temas que a él le apasionaban, los recortes en el gasto público y la desgravación.  Eran los tiempos de Bush y su guerra contra Irak motivada por la ficción de sus reales colaboradores (halcones).

 

Era el momento para escapar del marasmo republicano planteado por la victoria de Obama. Es decir, era el momento para lanzarse a los brazos del Tea Party, y también de Las Vegas.

 

Desde la cabeza de la comisión presupuestaria de la Cámara de Representantes, Ryan promueve la semiprivatización del Madicare (seguro médico para los mayores de 65 años) y de las pensiones públicas.

 

Su radicalismo político lo ha llevado a querer uniformar el comportamiento moral de la sociedad.  En ese terreno, a la religión, Ryan le ha sumado el componente doctrinario individualista del objetivismo de Ayn Rand que consiste en dominar a la realidad a través de la obediencia. Mala suerte. Ni anti conceptivos ni abortos de cualquier tipo, porque como dijo recientemente Todd Akin, candidato a una senaduría, las mujeres tienen “mecanismos naturales” para evitar quedar embarazadas en caso de que las violen.

 

Finalmente, Ryan también se entrega a los brazos económicos de Las Vegas. Gran amigo del empresario Sheldon Adelson, el dueño del casino Venetian, y el hombre que quiere abrir las EuroVegas en Barcelona o Madrid, le pavimentará el camino electoral con una buena cantidad de dólares. La fortuna de Adelson asciende a los 24 mil 900 millones de dólares, según la Biblia financiera  de Forbes.

 

Romney ya tiene acento aunque los radicales siempre se rodean de pólvora. Obama buscará la chispa.