Durante buena parte del sexenio que está por concluir, las quejas de los legisladores por su mala imagen fueron constantes. Trataron de contrarrestarla en base a costosísimas campañas en medios, que nos remarcaban una y otra vez, que “en el Senado estamos trabajando”, o que “los diputados legislan para ti”.

 

Creían, como muchos políticos, que el pueblo es tonto. Pero esa imagen no mejoró ante las indignantes cifras de los manejos de dinero público, el ausentismo generalizado y la inmovilidad que nos regalaron a lo largo de su gestión. En diputados, la vergonzosa pérdida de tiempo con las tomas de tribuna y los desfiguros de Gerardo Fernández Noroña.

 

En senadores, miles de iniciativas congeladas, vinieran de donde vinieran. Las cosas llegaron a tal nivel, que la bancada del PRI del Estado de México en San Lázaro, al percibirse un innegable aroma etílico, fue acusada de ponerse a “chupar” a media sesión.

 

Tristemente, las cosas no parece que vayan a cambiar al asumir sus cargos los diputados y senadores de la próxima legislatura. Antes siquiera de tomar posesión, los diputados se regalaron un flamante tablero electrónico nuevo para registrar sus votos, a un costo de casi 100 millones de pesos. La transición en senadores costará casi mil millones de pesos, entre gratificaciones a los que se van, y seguros de vida y gastos médicos mayores a los que llegan.

 

Se pensaría que vendrá un intento serio por legislar, pero sus preocupaciones son otras. En el Senado, habrá un coordinador de bancada que, perdiendo su elección en Puebla representando a un partido, llega al recinto como pluri por otro. Se llama Manuel Bartlett y, lo que son las cosas, cuando perdió en Puebla, gritó “fraude”. Sí, leyó bien.

 

Otro coordinador será una de las rémoras mayúsculas de la política nacional, quien al término del periodo, cumplirá 18 años consecutivos cobrando como senador o diputado, y cuya contribución a la construcción de la Nación, ha sido uno de los más notables ejemplos de ausentismo en la historia del Congreso.

 

Eso, cuando no anda distraído pidiendo “mordidas” y resultando, como él mismo dice, “chamaqueado”. Se llama Jorge Emilio González, el niño verde. Verdes, los ciudadanos, pero del coraje. Claro que llegó de pluri, escondido bajo las enaguas del PRI, aunque represente al Verde. Sólo nos falta que la ilustre y experimentada política, la senadora electa Ana Gabriela Guevara, tenga una coordinación.

 

En San Lázaro, la cosa anda por el estilo. Ricardo Monreal, quien renunció a su derecho a pensar para convertirse en fiel escudero de Andrés Manuel López Obrador, coordinará la fracción de Movimiento Ciudadano, partido del que ni siquiera es militante. ¿Qué partido que tenga un gramo de respeto por si mismo, puede aceptar como coordinador a un sujeto que abiertamente dice no representar sus intereses, sino los de su mesías? Pues Movimiento Ciudadano, faltaba más.

 

Sólo falta añadir que esto de las coordinaciones parlamentarias no es sólo un adorno. Significa un considerable incremento a los, de por si, obscenos sueldos que perciben los legisladores. También ocurre con los presidentes y miembros de las comisiones, tanto del Senado, como de los diputados. Y no se atreva a preguntar a algún legislador a cuánto ascienden estas entradas “extras”, porque hasta se indignan. Aunque lo paguen nuestros impuestos.

 

Y así.

P.D. Comienza a circular en tuiter, un movimiento “en defensa de los derechos de Irán.” ¿Su derecho a qué? ¿A volar medio planeta con una detonación nuclear? Fanáticos del mundo, uníos.

 

 @jorgeberry