El 27 de marzo de 2009, fuera del seco lenguaje de los comunicados oficiales, la embajada de Estados Unidos en México divulgó este festivo, promisorio y alentador mensaje, hasta con licencias líricas de mañanas radiantes, cuyo título actual –conocida la emboscada de Huitzilac–, podría ser, de la promesa a la decepción:

 

“Fue en una mañana soleada en México cuando la Secretaria Clinton llegó al Centro de Mando de la Policía Federal en Iztapalapa. La Secretaria fue recibida por el Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y los dos hicieron un recorrido por las instalaciones.

 

“El Centro de Mando representa el futuro de los esfuerzos anticrimen de México. Con el tiempo habrá 10 centros de este tipo en el país los cuales permitirán que la Policía Federal reaccione con rapidez ante incidentes en cualquier lugar del país. Durante su visita, la Secretaria Clinton pudo ver tres componentes principales de la lucha de México contra el crimen organizado: la tecnología de información, el entrenamiento, y el equipo.

 

“La primera parada en la visita al Centro de Mando fue el centro de comunicaciones. Ahí, la Secretaria Clinton entró al eje nervioso de las comunicaciones, con una pared llena de pantallas de televisión frente a filas de computadoras y bancos de teléfonos. El Centro de Mando utiliza la más nueva tecnología informática para integrar y estandarizar a todos los niveles de procuración de justicia los reportes de crímenes.

 

“Además, la instalación combinará información de muchas fuentes para crear una mega base de datos. Los Estados Unidos están apoyando estos esfuerzos con equipo y soporte técnico”.

 

Como vemos el entusiasmo de la colaboración binacional, cuya intensidad en los hechos ha convertido a México en una sucursal fronteriza, supervisada por un gobierno extranjero en favor del control estadunidense del mercado internacional de las drogas, las armas y la migración indocumentada, se ha venido abajo.

 

Policías de la misma corporación cuya finalidad, según la embajada, es “integrar y estandarizar a todos los niveles de procuración de justicia los reportes de crímenes” (perdón por el espanglish, pero es cosa de ellos), emboscaron el viernes cerca del campo marinero de entrenamiento El Capulín, a dos funcionarios de la sede diplomática a quienes de nada les sirvieron las placas de la camioneta oficial, cuyo blindaje les salvó la vida.

 

Es notable como los medios mexicanos presentaron cada uno su propia descripción del incidente. Hubo quienes hablaron de un enfrentamiento; es decir, disparos de ambos lados, mientras otros narraban simplemente (como lo definió el gobierno de Estados Unidos, una emboscada.

 

La embajada de Estados Unidos ya no se refirió al de ayer como un día soleado para supervisar los “…componentes principales de la lucha de México contra el crimen organizado: la tecnología de información, el entrenamiento, y el equipo”, tal hicieron cuando la promisorio visita de doña Hilaria (tal sería la traducción al español, si se me permite la osadía). No, ya no. El viernes todo era neblina y lluvia en aquella zona, condiciones derivadas de la onda tropical número doce.

 

En ese sentido el servicio informativo de la embajada, en estricto sentido del Departamento de Estado, dice:

 

“Esta mañana, dos miembros del personal del gobierno de los Estados Unidos y un capitán de la Marina Armada de México se dirigían en un vehículo de la misión diplomática hacia una instalación de entrenamiento cuando fueron emboscados por un grupo de individuos.

 

“El vehículo intentó escapar, fue perseguido y sufrió daños considerables. Los pasajeros solicitaron la ayuda de las fuerzas armadas de México, las cuales respondieron. Se trasladó del lugar a los dos pasajeros estadounidenses heridos, se les atendió médicamente y su condición es estable. El capitán de la Marina Armada de México no sufrió lesiones serias.

 

“El gobierno de México ha reconocido que miembros de la Policía Federal estuvieron involucrados y dispararon contra el vehículo de la Embajada de los Estados Unidos. El gobierno mexicano ha iniciado una investigación y detenido a miembros de la Policía Federal involucrados.

 

“El gobierno de México ha indicado que se realizará una investigación completa y exhaustiva de este incidente. La Embajada ha estado cooperando de manera estrecha con las autoridades mexicanas y asistirá en todo lo posible”.

 

Fueron “emboscados por un grupo de individuos”. No se refiere a ellos como agentes federales, ni como custodios de la prometida seguridad binacional. Son simples individuos. Y eso significa nada más una cosa: los gringos están furiosos. Remember El Álamo, diría Joe Arpaio.

 

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Cada día se acerca más el choque de trenes. La legalidad institucional contra la conveniencia contestataria.

 

El Movimiento Progresista, cuyo verdadero progreso depende de su capacidad de invención de pruebas de un fraude electoral derivado de la compra masiva de votos, observa mientras tanto cómo las “evidencias” se van cayendo una tras otra –entre piar de pollos y gruñido de marranos–, antes de la cercana, definitiva, inatacable, inapelable y final palabra del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

 

Al fin de la semana, se les vinieron abajo algunas de sus mitologías leguleyas urdidas por Jaime Cárdenas y Ricardo Monreal:

 

“Sin mayores cambios y con la anulación de sólo 524 casillas (de 82 mil 493 impugnadas), equivalentes a 0.36 por ciento de las 143 mil 132 instaladas el primero de julio, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) resolvió (La jornada) 349 juicios contra los cómputos de la elección presidencial.

 

“Por unanimidad, los magistrados que integran la sala superior del TEPJF rechazaron una de las peticiones centrales de la coalición Movimiento Progresista para conseguir la anulación de estos comicios.

“Para que eso procediera, se requería la anulación de 35 mil 858 casillas, es decir, 25 por ciento del total instalado”.

Ante esta circunstancia, tan poco sorpresiva como altamente previsible, los mensajeros de la industria del descontento sonaron trompas y clarines para activar a sus grupos democráticos de resistencia civil pacífica:

“Durante una gira de trabajo por Matamoros, el consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), Leonardo Valdés Zurita, fue interpelado por jóvenes del movimiento estudiantil #YoSoy132, quienes le exigieron actuar con transparencia y responsabilidad ante las denuncias de presunto fraude durante los comicios del pasado primero de julio.

“La tarde de este viernes, Valdés Zurita encabezó en esta frontera la segunda reunión de consejos locales y distritales de Tamaulipas, acto que fue interrumpido por los gritos y consignas de unos 30 integrantes del movimiento juvenil, quienes se encontraban afuera del inmueble”.

Como se ve estos doctos “cientotreintaydosceros” confunden lo gordo con lo hinchado y la calificación electoral con la organización de las elecciones. La elección no será declarada válida por el IFE sino por el TEPJF, lo cual hace la protesta algo tan errada como la emboscada de Huitizilac. Se equivocan de villano.

 

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Al comienzo de esta colaboración titulé “La otra” a la emboscada de Huitzilac. Lo hice por la memoria de Francisco Serrano y sus 13 acompañantes quienes, en 1927, fueron asesinados por la dupla Obregón –Calles en los años del (aún vigente) México Bronco.

“La carretera fue cerrada entre el poblado de Tres Marías y Huitzilac. En este último sitio, los prisioneros fueron bajados de los automóviles que les habían servido de transporte. Serrano estaba acompañado por los generales Carlos A. Vidal, Miguel A. Peralta y Daniel Peralta; por los licenciados Rafael Martínez de Escobar –ex diputado constituyente– y Otilio González, el ex general Carlos V. Araiza y lo señores Alonso Capetillo, Augusto Peña, Antonio Jáuregui, Ernesto Noriega Méndez, Octavio Almada, José Villa Arce y Enrique Monteverde. En total sumaban catorce individuos que esperaban ser devorados por la Revolución. El sol se ocultaba entre las montañas de la vieja carretera a Cuernavaca, un viento frío anunciaba el desenlace y la muerte preparaba su festín…”

Ahora las cosas no llegaron a ese extremo, pero en el ocotal se impregnó, al parecer para siempre, el penetrante olor de los disparos

 

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