Es un fantasma. Se llama Ramón, Ramón Muñoz, y durante los últimos seis años se ha aparecido recurrentemente por el edificio del Senado de la República.

 

Aparece, se sienta en su escaño, enciende su computadora personal y ahí se queda, pétreo, hasta poco antes de que concluya la sesión. Levanta la mano cuando hay votaciones. A veces voltea y musita unas palabras a quienes pasan cerca. Pero rápidamente vuelve a su silencio. O a su teléfono. Algunas veces se levanta. Pocos lo han visto negociar sus posturas en los pasillos de la Cámara.

 

Siendo más precisos, pocos han escuchado sus posturas.

 

El panista Ramón Muñoz Gutiérrez suele subir a tribuna, más o menos, cada año y medio. En los 71 meses que transcurrieron entre septiembre de 2006 y agosto de 2012 habló cuatro veces ante el pleno. Una de sus intervenciones duró apenas un minuto, según el Diario A.M.

 

Para comparar, los panistas Luis Alberto Villarreal y Ricardo Torres Origel tuvieron más de 50 intervenciones. En un solo año.

 

Algún observador podría decir que Muñoz lleva seis años de vacaciones. Que su viaje existencial, que comenzó en Lagos de Moreno, pasó por León y recaló en Los Pinos por fin conoce un remanso de paz y tranquilidad…

 

Muñoz, senador plurinominal, ha sido el legislador menos productivo de esa Cámara durante las Legislaturas LX y LXI (los senadores son elegidos por seis años, es decir, dos legislaturas).

 

Y eso que los inquilinos de la Cámara alta no se exigen mucho. En enero pasado, el semanario inglés The Economist documentó que los congresistas mexicanos son los que trabajan menos días al año en Latinoamérica: 195. Eso sí, son los segundos que más ganan, después de los brasileños.

 

Muñoz sabe de eso. Según su currículum, “ha hecho viajes de estudio e investigación sobre las mejores prácticas de gobierno en los siguientes países: Japón, Brasil, Chile, España, Portugal, Bélgica y Estados Unidos”.

 

Más allá de la mínima carga laboral de los congresistas patrios -y pese a sus viajes de investigación-, Muñoz está al fondo de la tabla de productividad.

 

La información oficial del Senado  muestra que en los tres años de la actual Legislatura, el panista presentó una sola iniciativa, que busca reformar algunos artículos de la Ley de Propiedad Industrial.

 

Aunque en honor a la verdad, hay que decir que en la anterior legislatura trabajó el doble: en octubre de 2008 planteó una modificación al artículo 115 constitucional, para crear un sistema profesional de carrera en las alcaldías, y en marzo de 2009 propuso reformar la Ley General de Sociedades Mercantiles.

 

En lo que a “puntos de acuerdo” se refiere, sus números son incluso menores. Presentó dos en seis años.

 

Sí asusta

 

Pero cuidado. Muñoz puede ser discreto y callado, pero como todo fantasma, asombra: durante siete años seguidos fue nombrado uno de los 300 líderes más influyentes del país.

 

Es licenciado en sicología y fue regidor en Irapuato. Fue jefe de calidad en Bimbo  y presidió el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo. Aunque ciertamente su influencia no radica ahí.

 

Su poder se finca, más bien, en la carrera que ha hecho junto a panistas de Guanajuato. Mejor dicho, junto a un panista de Guanajuato: guiado por sus consejos, uno de sus mayores amigos llegó a la gubernatura de ese estado y luego a la Presidencia de la República.

 

Muñoz fue secretario general del Comité Directivo Municipal del PAN de León (1983-1984), presidente del Comité Directivo Municipal de Irapuato (1991-1994) y secretario de Planeación Estratégica del Comité Directivo Estatal del PAN (1993-1995). Para esas alturas, ya era cercano a Vicente Fox Quesada, con quien compartía su visión del panismo y del mundo empresarial.

 

En ese contexto, Fox le propuso ser el coordinador general de su campaña rumbo a la gubernatura de Guanajuato (1995). El triunfo significó una de las mayores victorias en la historia del albiazul, porque ese partido pudo demostrar que hubo fraude y logró que se repitieran los comicios. La mancuerna Fox-Muñoz estaba marcada a fuego. Cuando Fox asumió la gubernatura, Muñoz devino su coordinador de asesores.

 

En 1999, Fox arrancó rumbo a Los PInos. Muñoz fungió como estratega y coordinador nacional de Todos a Votar, en la campaña presidencial. Era una de las llaves más efectivas para acercarse al candidato. Y cuando Fox doblegó al priista Francisco Labastida, Muñoz se convirtió en el jefe de la Oficina de Innovación Gubernamental de la Presidencia de la República (2000-2006). Ese era el cargo; la influencia trascendía cualquier nominación.

 

Justamente aquellos fueron los años en los que se le consideró uno de los 300 líderes más influyentes del país.

 

Al final del sexenio, Muñoz orquestó el Centro Fox. Y en recompensa fue apuntado en la lista de senadores plurinominales del PAN.

 

Así que, atención. Si alguna tarde –la vida es extraña– entra al Senado de la República y ve que, sentado y callado, un hombre de mediana edad mira sosegadamente su computadora, no piense que se trata de un congresista más que ha decidido descansar. Tal vez sea una poderosa aparición, proveniente de aquellos tiempos en los que el PAN era el partido más poderoso del país.