La debacle en Tabasco inició desde 2006, cuando Andrés Granier, un hombre carismático y muy conocido en la entidad, amenazó con irse al PRD si no era el candidato a gobernador; el PRI cedió, Granier ganó y seis años después el PRD gobernará el estado.

 

En el sexenio de Granier hubo inundaciones, despidos y decremento de salarios con los burócratas, un bono de fatiga muy alto para los secretarios y directores cercanos al Gobernador, por lo que muchos aseguran que en Tabasco imperó el “defecto Granier”.

 

Pero también desde el inicio hasta el final de la elección se presentaron diversos problemas, una definición del candidato que provocó rupturas entre los priistas, un aspirante que no recorría más que las ciudades grandes y un final de campaña federal al que no pudo llegar el candidato presidencial Enrique Peña Nieto.

 

Jesús Alí de la Torre fue considerado desde su elección como una imposición del Comité Ejecutivo Nacional y de la campaña presidencial a los priistas tabasqueños. El único que lo apoyaba en un inicio era Benito Neme, hijo del ex gobernador Salvador Neme, quien en 1992 tuvo que renunciar al cargo por las protestas de Andrés Manuel López Obrador, y cercano a Enrique Peña Nieto.

 

El gobernador Andrés Granier intentaba imponer a Humberto Mayans, pero le fue imposible por  impedimentos legales, ya que Mayans había renunciado al PRI, cuando eligieron como gobernador a Manuel Andrade, y se había afiliado al PRD.

 

Cuatro meses antes de la elección se afilió al PRI para contender por la gubernatura, pero requería una militancia de al menos dos años.

 

Mayans decidió que la mejor alianza era con Benito Neme y convenció al gobernador de apoyar esa candidatura, que los dejaba bien con el candidato presidencial y el CEN del PRI.

 

Así, cerca de 11 precandidatos se quedaron fuera de la contienda lo que provocó grandes cicatrices, cerca de una decena de impugnaciones y hasta rupturas, como la del diputado local Fernando Valenzuela Pernas, quien anunció su apoyo al candidato perredista Arturo Núñez.

 

La campaña siguió su curso y los priistas nacionales estaban confiados de que podían mantener el gobierno en Tabasco, sin embargo, ya en las últimas semanas se empezaron a encender los focos rojos, ya que en sus encuestas diarias el candidato priista aparecía en empate técnico con Núñez y conforme pasaban los días estaba más abajo.

 

Es por ello que se decidió que uno de los últimos cierres de Peña Nieto fuera en Tabasco y se citó para el martes 26 de junio en Lázaro Cárdenas; esa tarde, cayó una tormenta de las que se acostumbran en esa entidad y para colmo de males se descompuso el avión del candidato presidencial.

 

Tampoco llegó al mitin, mientras llovía, el candidato a gobernador, ni siquiera se le avisó a la gente qué pasaba con el pretexto de que el micrófono podía provocar una descarga eléctrica, un día después se acabaron las campañas.

 

El PRD ganó la gubernatura, 17 diputaciones locales, ocho de 17 presidencias municipales, aunque dos que ganó el PRI están muy cerradas, que son el Centro (Villahermosa) y Centla, además de seis diputados federales.

 

Como señalan muchos, el perredista Arturo Núñez tuvo la suerte de que se le conjuntaran muchos factores favorables, un gobernador sin habilidad política, una imposición del centro en el PRI, y la pobreza en que dejó el gobernador a los habitantes al correr y bajar los salarios de los burócratas, cuando Tabasco es una entidad en la que la gente vive de Pemex o de trabajar en el gobierno.