En 1992 se llevó a cabo la cumbre de la tierra en Río de Janeiro, Brasil. Exactamente 20 años después, en el 2012, se realizó en el mismo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20.

 

Esta cumbre es la congregación de líderes mundiales, organizaciones no gubernamentales, empresarios de diferentes sectores y ciudadanos con la firme intención de generar objetivos, compromisos y medidas de implementación que buscan optimizar la coordinación internacional para encontrar el camino hacia un futuro sostenible.

 

En la misma, se tocan temas como reducción en el consumo de energía, fomento a la igualdad social, nivel de vida digno, prestación de servicios básicos, construcción de una economía ecológica, entre muchos otros. La idea es, en pocas palabras, generar un esquema de igualdad de oportunidades protegiendo al mismo tiempo los recursos de nuestro planeta, el cual se encuentra cada vez más poblado.

 

Remontándonos al origen, ¿qué es en realidad el desarrollo sustentable? Existen muchas teorías y definiciones, pero con la que más coincido es con la definición creada por la doctora Gro Harlem Brundtland y su grupo de trabajo, en 1987: “la capacidad que haya desarrollado el sistema humano para satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer los recursos y oportunidades para el crecimiento de generaciones futuras”. Así, la sustentabilidad se basa en tres términos fundamentales: social, ambiental y económico.

 

Estos tres forman el llamado sistema nervioso de la sustentabilidad, en el cual se tiene que dar la misma importancia a cada uno, ya que si por cualquier razón alguno de ellos deja de generar y aportar a los demás, automáticamente colapsa este sistema. Debe de existir una relación directa entre los recursos naturales, el trabajo y las instituciones, los bienes y servicios y la forma en que éstos impactan al medio ambiente.

 

Este año se alcanzó la escandalosa cifra de 7 mil millones de habitantes en nuestro planeta y se estima que para el año 2050 llegaremos a ser 9 mil millones; nos encontramos inmersos en una seria crisis a nivel global por un crecimiento exponencial de la población.

 

En un escenario ideal, la cantidad de gente en relación al consumo debería de igualar o estar por debajo de la capacidad del planeta, sin embargo dicha capacidad se está rebasando, al igual que el crecimiento de las ciudades, rápidamente. La demanda de energía y explotación de recursos es mayor a lo que el planeta puede generar debido al nivel de consumo al que estamos acostumbrados.

 

Una ciudad crea y propicia cultura, tecnología, ciencia, organización social y desarrollo, que son ingredientes esenciales para la economía y la sociedad, pero se enfrenta al problema de la sobrepoblación que provoca una escasez de recursos naturales, rompiendo así el ciclo. Este desequilibrio hace que las oportunidades y posibilidades de trabajar en el campo sean menos y que la gente tenga que emigrar a las ciudades en busca de una mejor calidad de vida.

 

Ahora, la gran mayoría de la ciudades en el mundo, así como sus zonas metropolitanas, fueron diseñadas y planeadas asumiendo una abundancia infinita de petróleo y de energía. Pero esta abundancia en el planeta es finita, y entre más difícil se vuelve extraer los recursos y llevarlos a las ciudades, más se empiezan a limitar los servicios básicos y más aumentan los costos, dejando así a un porcentaje de sus habitantes en la marginación total. Actualmente la mitad de la población a nivel mundial vive en ciudades, generando tres cuartas partes de las emisiones de carbón y consumiendo más de la mitad de la energía de todo el mundo.

 

Es momento de replantear nuestra forma de vivir. La cumbre en Río es una gran oportunidad para los líderes del mundo de las diferentes esferas de nuestra sociedad (política, económica y social) de pensar qué futuro queremos para los próximos veinte años y es por eso que son de suma importancia los objetivos y las medidas de implementación de esta cumbre.

 

El papel de México en los siguientes 20 años debe ser el de un protagonismo absoluto y de ejemplo para América Latina, por ser considerada una de las economías emergentes más sólidas de la zona y contar con una amplia cartera de recursos a lo largo de todo el territorio, además de tener una de las ciudades más grandes y pobladas del orbe.

 

México y el resto del mundo tienen un desafío urgente: lograr que la incorporación social, el desarrollo económico y un ambiente próspero sigan un mismo camino, sabiendo que son objetivos interconectados y son más fáciles de alcanzar en conjunto que por separado. Deben saber que el inteligente uso de recursos no quiere decir pobreza, deben mejorar la eficiencia, mejorar la productividad y reducir el consumo. Se tiene que minimizar la necesidad de sobreutilización y reemplazo a través de trabajo y productos de calidad, revolucionar el concepto de basura y ampliar el de recursos.

 

Deben de tomar en cuenta que el problema no es la tecnología, no es el desperdicio y no es el calentamiento global, todos estos son síntomas de un problema mayor, que es un problema de cultura, educación y forma de pensar: para cambiar nuestro entorno es necesario que cambiemos nosotros mismos.

 

 

* Socio Fundador de Suhab

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