El caso Watergate sigue siendo el crimen político más grande ocurrido en la historia de los Estados Unidos. Es tal su trascendencia que incluso hoy en día el prefijo gate se sigue utilizando para nombrar (aunque cada vez con menos gracia) actos de corrupción gubernamentales que son puestos al descubierto por acción de la prensa.

 

La historia sobre aquel caso de espionaje a las oficinas de campaña del Partido Demócrata y que fuera orquestado desde altas esferas de la Casa Blanca, fue un tema minuciosamente documentado por The Washington Post y posteriormente se volvería de dominio público. Sin embargo, pocos sabían que fueron dos jóvenes reporteros de aquel diario -inexpertos y con los peores sueldos en todo el periódico- los que lograron desenmascarar el complot que dio pie a la renuncia de Nixon a la presidencia.

 

Esa historia, la de Carl Bernstein y Bob Woodward, no hubiera salido a la luz de no ser por un actor que veía en estos dos reporteros la oportunidad de hacer una cinta digna del mejor Hollywood.

 

Fue Robert Redford quien contactó a Bernstein y Woodward, mismos que estaban por escribir un libro, Todos los hombres del presidente, y cuya idea original era hacer un recuento del caso a partir de los reportajes publicados. Redford les sugirió cambiar el enfoque, “lo interesante no es el caso, lo interesante es saber cómo es que ustedes armaron el rompecabezas y llegaron a las últimas consecuencias”.

 

Así, después del libro vino la adaptación al cine. Dirigida por Alan J. Pakula y protagonizada por el propio Redford, en el papel de Woodward, y con Dustin Hoffman como su compañero Bernstein, la cinta se convirtió no sólo en un éxito en taquilla, sino que sigue siendo hoy en día una lección del mejor periodismo de investigación.

 

La cinta es un retrato fiel sobre el ejercicio del periodismo, mostrando las dos caras de la moneda: investigar puede ser tardado y aburrido, pero la recompensa de ver tu historia publicada no tiene comparación. Y es que eran tiempos donde no había computadoras ni internet; todo se reducía a máquinas de escribir, papeles, blocs de notas y un teléfono en una redacción.

 

La puesta en escena está calculada para que el público sea partícipe de la paranoia, la duda, el coraje, incluso el hastío, el peligro y la adrenalina que una actividad como el periodismo de investigación conlleva.

 

La cinta aportó al imaginario colectivo varios conceptos que se hicieron propios del periodismo: el respeto al anonimato de las fuentes, la búsqueda afanosa por una, dos o más confirmaciones, la idea del Deep throat o la fuente anónima que te cita en lugares obscuros para ofrecerte información confidencial.

 

Así como el estreno en cines de la primera Indiana Jones (Spielberg) repercutió en una alza en la matrícula de estudiantes universitarios interesados en volverse arqueólogos, el estren de Todos los Hombres del Presidente de inmediato inspiró a miles de jóvenes para dedicarse al periodismo.

 

No era para menos, ya que el episodio del Watergate demostraba, no sólo el enorme poder de los medios, sino que además redescubría al periodismo y al periodista como un importante factor de cambio en la sociedad. La excitante experiencia de estar en una profesión cuyo motor principal es la búsqueda de la verdad y la justicia. Bien dicen que no por nada, en sus ratos libres, Supermán se dedica a ser reportero.

All president’s men (Dir: Alan J. Pakula).

Guión: Carl Bernstein, Bob Woodward y William Goldman. Con: Robert Redford, Dustin Hoffman, entre otros.