La elección del DF recuerda por momentos las épocas en que un solo partido de Estado dominaba las elecciones y las campañas eran un mero trámite. Tiempos en los que  el candidato oficial salía sonriente y  triunfalista en mítines y plazas, mientras sus competidores sólo realizaban un proselitismo testimonial y el día de las votaciones  era sólo el día de la gran unción.

 

Eso se ha visto hasta ahora en la costosa elección capitalina y  se confirmó la noche del debate entre los candidatos a jefe de Gobierno del DF. El puntero salió más que limpio del debate y se observó  más bien cierto desgano y apatía de quienes en teoría le compiten, pero en los hechos dan la impresión de ya haberse rendido y sólo estar esperando el final de las campañas para obtener un cierto porcentaje de votación.

 

El caso más palpable es el de Beatriz Paredes. La candidata del PRI que en algún momento llegó a amenazar al PRD, cuando las encuestas la llegaron a colocar por encima de aspirantes perredistas como Alejandra Barrales o Mario Delgado, se diluyó apenas le pusieron enfrente al ex procurador Mancera. Aunque las encuestas le siguen dando un nada despreciable segundo lugar, con más del 30% de la intención del voto, la campaña de Beatriz se ve desinflada y no se ven ni recursos ni presencia de la candidata para intentar dar alcance al puntero.

 

En el propio CEN del PRI y el equipo cercano a Enrique Peña Nieto ya dan por hecho que su candidata en el DF no tiene ya posibilidades de ganar la jefatura de Gobierno. De hecho, la meta que le exigen a Paredes en este momento es obtener  más del  millón de votos que obtuvo en la elección del 2006. El ideal de votación para el PRI  en el DF, es de 1 millón 800 mil votos, que sería la cifra que Peña necesita para asegurar su triunfo a nivel nacional, pero los cálculos más optimistas del PRI están en 1 millón 500 mil que pudiera obtener Beatriz Paredes.

 

Así que la candidata priista, sin dejar de buscar el voto, ya no busca ganar sino sólo cumplir con la cuota de votos que le exige Peña Nieto y después buscar acomodo político si es que el priista gana la Presidencia. Por ese lado Mancera no tiene amenaza.

 

En el caso del PAN, la señora Isabel Miranda de Wallace también renunció ya a cualquier idea de ganar esta campaña. Peleada y distanciada del PAN con los que no se entendió –“ellos tienen su forma de hacer las cosas y yo mejor hago mi campaña sola”— la que fuera la gran apuesta ciudadana de Los Pinos y del panismo simplemente nunca cuajó. Miranda se desencantó pronto de la política y a la primer presión, cuando le sacaron un expediente judicial en el que había sido fichada y consignada, buscó negociar para no poner en riesgo su verdadera forma de vida: el negocio de los anuncios espectaculares que domina y controla en la ciudad.

 

Una versión de allegados al jefe de Gobierno, afirma que cuando le publicaron apenas parte de ese expediente en la revista Proceso, Isabel Miranda buscó a Marcelo Ebrard con un trato: que cerraran el asunto de su fichaje y la PGJDF le emitiera una exoneración pública diciendo que ella nunca había sido fichada ni investigada, a cambio de que ella entregara un expediente sobre actos de corrupción que involucraban al ex delegado en Tlalpan, Salvador Martínez de la Roca, actualmente secretario de Educación de la administración de Ebrard. El acuerdo se selló y a partir de ahí la señora Miranda se dedicó sólo a hacer una campaña para cubrir el expediente.

 

De Rosario Guerra no es necesario decir que ganar o competir  nunca estuvo en sus prioridades, que se reducen a obtener el 2% de la votación en la ciudad para conservar el registro, por eso se dedica más bien a cobrarle viejas facturas a su ex compañera Paredes. Así que Miguel Angel Mancera va en un día de campo, si obstáculos ni contrincantes que le molesten en lo más mínimo, como en las viejas épocas hoy tan criticadas y a las que muchos no quieren volver.

 

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