El domingo 15 de abril, antes de finalizar la Cumbre de las Américas en Cartagena de Indias, Colombia, la presidenta de Argentina Cristina Fernández abandonó la reunión enojada por no conseguir respaldo hemisférico en su reclamación por las islas Malvinas.

 

En la noche, ya en Buenos Aires, tras olvidar la derrota diplomática de Cartagena la presidenta preparó los instrumentos legales para desatar un conflicto internacional que ubicaría a la Argentina en primera plana. Tras varios meses de amenazas gubernamentales, el lunes 16 envió al congreso (de mayoría oficialista) un proyecto de ley  para expropiar las acciones que la petrolera española Repsol tiene en su filial argentina, Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF, privatizada en 1992), y decretó la intervención inmediata de YPF.

 

Repsol fue el único accionista sujeto a expropiación; la propiedad será reorganizada en un 51% para el Estado nacional y las Provincias argentinas, 25,46% para el Grupo Petersen (de capital argentino que no tiene experiencia petrolera), 17,09% para capital en bolsa y 6,43% para Repsol.

 

Esta decisión ha generado el rechazo de España, la Comisión Europea, Francia, Estados Unidos y México (en donde Pemex es importante accionista de Repsol), como también de socios regionales como Chile y Brasil cuyas empresas estatales tienen alianzas con YPF en pozos argentinos. En Wall Street estiman que el país austral quedará fuera de los destinos para invertir.

 

Más aún, el artículo primero del proyecto amplía el interés público a la explotación, industrialización, transporte y comercialización de hidrocarburos, en donde participan firmas estadunidenses, británicas, francesas, holandesas y brasileñas. En la extracción de crudo están Pan American Energy (PAE controlada por British Petroleum), Chevron y Petrobras (estatal brasileña), en la extracción de gas figuran Total Austral (francesa), PAE y Petrobras, en tanto que en la refinación son dominantes Shell y Esso.

 

¿Cómo un país necesitado de divisas ataca a su primer inversionista e importante puerta de sus productos a Europa?

 

La explicación está en la mezcla de soberbia nacionalista y actitud adolescente que tiene la actual generación en el gobierno, que ignora el entorno y las obligaciones externas. El otro motivo es la brutal necesidad de divisas para mantener precios controlados, subsidiar el consumo de energía, cubrir el déficit público y las importaciones de petróleo. Ello asegura respaldo político pero no estimula la inversión.

 

Pero no todo está mal. Hugo Chávez ofreció su experiencia en expropiaciones y el secretario de comercio interior argentino, Guillermo Moreno, prepara un barco con vacas, vino y tango para abrir nuevos mercados en Angola.

 

*Profesor de la UNAM