Del 12 al 15 de abril el presidente de México, Felipe Calderón, fue a pasar lista de asistencia a tres países y varios eventos a los que ya no volverá, por lo menos como mandatario. En todo caso, si se tuviera que calificar este viaje dentro del espectro de la política exterior mexicana se podría decir que fue un verdadero fracaso.

 

Hace tiempo se decía que si de algo se tenía que enorgullecer México era por su política exterior. Éramos, por así decirlo, un país al que se consideraba líder en América Latina y sus intermediación diplomática era altamente valorada, así como su doctrina Estrada con aquello del respeto a la libre autodeterminación de los pueblos. No era un asunto de partidos políticos o de régimen, sí de sensibilidad en las formas y en el fondo de la relación entre naciones.

 

Es el caso de la insospechada visita a Cuba, un país con el que los mexicanos nos sentimos muy vinculados por historia, afectos, sensibilidades comunes y problemas a veces resueltos entre ambos. Pero el síndrome Fox no desaparece del ánimo cubano y hacer un viaje a lo forzado como el que hizo Calderón mereció una reacción del gobierno de la Isla.

 

Es que aún se recuerda ahí lo ocurrido en Monterrey en 2002 cuando por quedar bien con George Bush, el presidente mexicano Vicente Fox le asestó a Fidel Castro el  famoso “comes y te vas”.

 

Pero luego de más de cinco años del gobierno de Felipe Calderón nada se arregló. La visita, a unos cuantos meses de que termine el gobierno de Calderón, tiene más un tinte de querer cubrir el expediente, de no ser el único presidente mexicano en no visitar oficialmente a Cuba, y el tono de querer quedar bien con los electores de izquierda. Por tanto, luego de más de esos cinco años se programó un viaje de 24 horas.

 

Y así le fue: llegó el jueves 12 de abril a la isla y fue recibido por el vicecanciller Rogelio Sierra, un funcionario que es tercero en la línea de mando en el Ministerio de Relaciones Exteriores, después del canciller Bruno Rodríguez y el vicecanciller uno, Marcelino Medina.

 

Es costumbre diplomática recibir a un mandatario con el más alto nivel de mando local, como muy recientemente ocurrió con el Papa Benedicto XVI, a cuyo recibimiento acudió Raúl Castro mismo.

 

Fría recepción en el aeropuerto para Felipe Calderón y su enorme comitiva, en donde luego de los himnos nacionales el presidente mexicano dirigió un discurso de apenas tres minutos que los medios locales no recuperaron.

 

Más tarde fue recibido por el presidente Raúl Castro por un poco más de una hora para hablar de la deuda cubana con México de 413 millones de dólares y su reestructuración. También se firmó una ‘carta de intención’ para que Pemex explote hidrocarburos cubanos. Por supuesto, Calderón condenó el bloqueo de cincuenta años que sufre la isla, etcétera. Por la noche visitó al arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega y luego cena oficial con 25 invitados por cada parte. Al final caminó con su esposa por La Habana vieja. Ni más, ni menos.

 

Frialdad absoluta de un país que, como el nuestro, saben que en diplomacia las formas son mensaje y fondo y ese fue el mensaje: nada con Calderón.

 

Al día siguiente, viernes 13, Haití; para cantar rancheras con el presidente Michael Martelly quien entonó “Por tu amor que tanto quiero y tanto extraño” y quien agradeció a México la ayuda de 5.5 millones de dólares que le dio tras los dos sismos que devastaron a este país en enero de 2010, aunque también le recordó a su homólogo mexicano que lo que necesita Haití, ahora, es inversión.

 

De ahí el 14 y 15 de abril para asistir en Cartagena de Indias a la VI Cumbre de las Américas.

 

Apenas reunidos en privado los mandatarios fue balconeado por el presidente del Perú, Ollanta Humala, quien afirmó en conferencia de prensa que el presidente mexicano le dijo que “el narcotráfico ha comenzado a remplazar las funciones del Estado” y concretamente se refirió a “la recaudación de impuestos por derecho de piso, al impuesto de guerra que los narcos cobran a los dueños de pequeños y medianos negocios”, dijo Humala.

 

El domingo 15, en el documento final de la VI Cumbre de las Américas predominó el tema del narcotráfico y el crimen organizado: nada de Cuba ni de Malvinas. Reunión descafeinada, sin duda.

 

En fin, que de ser actor principal, la representación mexicana pasó a ser comparsa y sin resultados eficientes, contantes y sonantes para México y los mexicanos.  Es así. Qué le vamos a hacer.

 

jhsantiago@prodigy.net.mx