SEÚL. La II Cumbre de Seguridad Nuclear ha logrado algunos avances que consolidan el compromiso internacional de proteger los materiales atómicos, en una cita en la que el programa nuclear de Corea del Norte ha sido una de las cuestiones más tratadas entre bambalinas.

 

La reunión congregó a 53 líderes mundiales, entre ellos los de potencias con armamento nuclear como EU, China o Rusia, que coincidieron en que la amenaza de que materiales peligrosos como uranio altamente enriquecido o plutonio caigan en manos de grupos hostiles es “muy real”.

La cumbre concluyó con la llamada Declaración de Seúl, que establece finales de 2013 como plazo para que los países presenten medidas “voluntarias” para minimizar el uso de uranio enriquecido y fija el objetivo de que para 2014 entre en vigor la enmienda a la Convención para la Protección Física de Materiales Nucleares.

 

 

Con esta premisa, en Seúl se han logrado algunos acuerdos concretos para reducir el uso de uranio de alto grado o reforzar la lucha contra el tráfico ilícito de este tipo de materiales, en lo que los mandatarios consideran un “gran paso” adelante en los esfuerzos contra el terrorismo nuclear.

 

Sin embargo, todavía hay muchos puntos en los que trabajar antes de la próxima cita, que tendrá lugar en Holanda en 2014, entre ellos hacer que el régimen actual en materia de seguridad se convierta en algo universal.

 

 

Se buscará fortalecer la cultura de seguridad nuclear y promover la cooperación internacional es uno de los objetivos declarados de los países participantes, que también han recalcado el papel fundamental del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

 

En la declaración final no hay ninguna mención específica a cuestiones de no proliferación de armamento nuclear, ya que este asunto está fuera de la agenda desde la primera cumbre, celebrada en Washington en 2010 a instancias de Barack Obama.

 

Ello no ha impedido que en Seúl quedara muy patente la preocupación internacional por el programa atómico de Corea del Norte, país con el que Corea del Sur está técnicamente en guerra desde 1953, cuando el conflicto que las enfrentó terminó sin un tratado de paz.

 

Diez días antes de la cita de Seúl, el régimen comunista de Pyongyang anunció su intención de lanzar un satélite en un cohete de largo alcance en abril.

 

Aunque Corea del Norte sostiene que tiene fines científicos, el lanzamiento está ampliamente contemplado como una prueba encubierta para desarrollar misiles de largo alcance con capacidad nuclear.

 

Japón, Corea del Sur y EU han condenado con los términos más enérgicos la actitud norcoreana, e incluso Rusia, normalmente tibia en sus declaraciones hacia el país comunista, y China, principal aliado de Pyongyang, han expresado su inquietud por esta cuestión.

 

En un comunicado de la agencia estatal norcoreana, KCNA, el régimen norcoreano aseguró ayer que no tiene intención de renunciar al lanzamiento del satélite e insistió en que constituye su “derecho legítimo” como Estado soberano.