El país puede avanzar sustancialmente en términos económicos para reactivar su mercado interno, no sólo para estar preparado ante una contingencia exterior sino para que éste sirva como motor de largo plazo para el bienestar social

 

Algunas líneas de acción que permitirán afrontar responsablemente esta situación y que deberían estar en la agenda de la actual campaña electoral, son:

 

Para generar empleos de calidad:

 

a) Invertir en capital humano. Mejorar la educación en el país es crucial para aumentar la productividad laboral, que es la que finalmente permite mejorar los niveles salariales y el poder adquisitivo de las familias. Entrar en serio al ya sobre-diagnosticado problema del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), catalogado como uno de los factores por el cual la educación no avanza. Esta es una de las reformas estructurales que no dependen ni están sujetas a la voluntad del Congreso, sino que se necesita de la voluntad del Ejecutivo para ajustar su relación con el magisterio y con ello se pueda mejorar la productividad de los docentes a través de la despolitización de la carrera magisterial.

 

b) Inversión en ciencia y tecnología, en particular en desarrollo de energías limpias: México puede ser en el plano internacional un actor importante en la mitigación del cambio climático, si toma en serio la investigación y desarrollo en materia energética. El país tiene una enorme potencialidad en este aspecto (Cantillo, 2012). Si el país se decide a ello, se podrá lograr otro objetivo: crear empleos de calidad que demandará el sector de energías limpias. Discutir con seriedad la inversión privada en Pemex y, en general, en todo el sector energético, debe ser otro de los temas cruciales de la campaña electoral.

 

c) Direccionar los programas de lucha contra la pobreza hacia la creación de empleo: los subsidios otorgados a la población han sido catalogados en general como exitosos (en particular el programa Oportunidades), pero el país está llegando a un punto donde se debe preguntar si las familias beneficiadas están realmente preparadas para dejar de recibir los subsidios sin que ello implique volver a la condición de pobreza. El país debe transitar a un esquema en el cual los beneficiarios de los programas sociales puedan tener la oportunidad de incorporarse a la vida productiva, para que la salida de la pobreza pueda ser sustentable en el largo plazo y no se siga fomentando el paternalismo gubernamental. En este sentido discutir seriamente la vinculación de los programas sociales con los programas para la generación de Pequeñas y Medianas Empresas debe ser parte de una agenda de propuestas económicas.

 

En segundo lugar y para reducir la informalidad se pueden adoptar las siguientes acciones:

 

a) Programas para que las Pymes ingresen al sector formal: es necesario que los programas enfocados a los apoyos de las Pymes otorguen las ayudas con la obligatoriedad de registrarlas en el sector formal de contribuyentes. Esto se puede incentivar a través de beneficios fiscales durante los primeros años para reducir sus costos de operación, con el fin de que no escojan la vía de la informalidad y con ello evadan impuestos que son necesarios para impulsar el desarrollo del país.

 

b) Repensar los programas de protección social: ¿por qué no se reduce la informalidad? En parte porque existen programas gubernamentales que la han incentivado: el ejemplo clásico es el Seguro Popular, donde el que no tiene empleo formal puede acceder gratuitamente a servicios de salud; otro ejemplo puede llegar a ser la reciente propuesta de dar créditos del Infonavit a los informales (Proceso, 2011). Más allá del argumento moral de otorgar derechos a las personas que están en la informalidad, el debate debería centrarse en por qué no otorgarles esos derechos incorporándolos al sector formal. Se hace necesario entonces avanzar en esquemas de seguridad social financiada a través de impuestos generales a toda la población y no que siga anclada a los puestos de trabajo.

 

Sin lugar a dudas existen más temas que deberían colocarse en la agenda para discutir con miras a impulsar el mercado interno, entre las que se encuentran la reforma laboral que flexibilice dicho mercado; o la reforma fiscal que haga que la recaudación de impuestos suba y sea un motor para la mejorar la distribución del ingreso. Sin embargo, aquí se han tocado algunos temas que pudieran propiciar grandes cambios económicos, que se podrían lograr con sólo un mínimo de voluntad entre los diferentes actores políticos y sociales.

 

México tiene que aprender a cambiar el discurso político en términos económicos: pasar de decir que estamos bien porque simplemente de otra forma “podríamos estar peor”, a otro que diga que estamos bien porque los indicadores muestran que ha habido mejoras tangibles en el bienestar de las familias mexicanas. Ese el reto que deberían tener las propuestas económicas para la campaña electoral que se avecina.

 

*Maestro en Políticas Públicas egresado del CIDE. Coordinador del área de investigación y análisis en Contorno, Centtro de Prospectiva y Debate

 

paulo.cantillo@contorno.org.mx

@pcantillog