El zapping se ha convertido en el deporte más practicado del mundo. Las leyes del marketing así lo disponen, pues existe una infinita segmentación de mercado y una multiplicación logarítmica de nichos. “Una persona, un canal”, sería el eslogan de los buscanichos.

 

Sin embargo, la diversidad mediática es uno de los mitos con mayor maquillaje en el mundo. Los sistemas de televisión por cable o satelital convergen en 6 enormes pantallas: Time Warner (TBS,AOL); Viacom-CBS; ABC-Disney; Bertelsmann; News Corp; y NBC-Vivendi.

 

Es decir, en seis grupos caben millones de canales de televisión, cadenas de radio y periódicos. Es claro, los intereses conglomerados representan los cuellos de botella de la libertad de expresión. Por ejemplo, la disputa entre el Grupo Prisa y Silvio Berlusconi, por el caso de Villa Certosa, en el que el periódico español El País (buque insignia de Prisa) publicó unas fotografías del entonces primer ministro en las que aparece acompañado de las famosas velinas, se solucionó cuando el millonario italiano, a través de su grupo Finvest, le compró al grupo español el canal de televisión La Cuarta. ¿La compra-venta del canal mermó la libertad de El País?

 

Si realizamos una especie de escáner del capital accionista del grupo Prisa nos topamos con una deducción obligada: El País se encuentra maniatado por una telaraña de intereses. Entre las venas del grupo se encuentran BBVA, Caja Madrid, Banesto, Bankinter, El Corte Inglés, Vivendi-NBC y Time Warner. Entre sus socios sobresalen Televisa (México), Radio Continental (Argentina), Le Monde (Francia), Iberoamericana Radio (Chile), Media Capital (Portugal), CNN (Time Warner). Y por último sus alianzas con los periódicos El Economista (México), La Nación (Argentina), El Caribe (República Dominicana) y recientemente, La República (Perú).

 

México no es la excepción. Es, en realidad, un lamentable caso de estudio. El académico Ramón Reig, utiliza a Televisa como ejemplo de los intereses oscuros que dominan en los capitales accionarios de las empresas mediáticas internacionales (Los dueños del periodismo, Gedisa 2011).

 

En 2010, el grupo mexicano lo conformaba el Fideicomiso Azcárraga (15.5%), Dodge & Cox (5.2%), Cascade Investment, L.L.C. (5%), Bolsa y otros (74.4%). ¿Quiénes son los “otros”? ¿Ahí podrán encontrarse los nombres de algunos de sus consejeros? En ese mismo año, los consejeros eran: Pedro Aspe (Evercore Partners), Alberto Bailleres (Grupo BAL), Manuel Jorge Cutillas (Grupo Bacardi Limited), Carlos Fernández González (Grupo Modelo), Claudio X. González (Kimberly-Clark), Roberto Hernández, Enrique Krauze (Editorial Clío), Germán Larrea (Grupo México), José Antonio Fernández Carbajal (Coca-Cola Femsa), Lorenzo Mendoza (Empresas Polar), Fernando Senderos Mestre (Dine y Grupo Kuo), Enrique F. Senior (Allen&Company) y Michael Larson (director de inversiones de William H. Gates III).

 

La física del sentido común es infalible. Así como le sucedió a El País con Berlusconi, qué tendencia ha tenido Televisa con el caso de la mina Pasta de Conchos de Larrea (Grupo México).

 

La competencia entre los grupos de Azcárraga y Salinas Pliego resulta una farsa monumental empezando por la estructura monopólíca (donde uno de los dos jugadores posee 70% de los ingresos publicitarios y el otro simula que compite), y concluyendo con el ingreso de Televisa a Iusacell. Todo bajo la ausencia del órgano regulador, Cofetel.

 

En el Atlas de infraestructura y patrimonio cultural de México 2010 (Conaculta) se puede leer que en la actualidad existen 714 estaciones de televisión pero se omite el dato esencial: la mano dominante, es decir, las que controla Televisa y TV Azteca.

 

No se equivoca Ramón Reig cuando menciona que la estructura mediática de cualquier país es un aspecto clave a la hora de establecer una valoración general sobre ámbitos tan importantes como la política, la economía o la cultura.

 

En México, la transición política no ha pasado por la televisión. Las barreras de entrada son elevadísimas y sus productos son anquilosados. El mejor ejemplo de esto último es TV Azteca, cuya apuesta editorial pertenece al siglo pasado (sin innovación). En cuanto a Televisa, su composición de negocios conglomerados apenas deja ver un conjunto de agendas ocultas que saltan a la vista al ver por una sola noche los noticieros del grupo.

 

En cuanto a la cooptación “amistosa” que articula el poder mediático sobre los peones políticos sobresale uno reciente: Andrés Manuel López Obrador. A la moral se le conoce a través de las inconsistencias. Ayer, “mafia”; hoy, aliados. “Extiendo mi mano franca (a Televisa)”, dijo López Obrador a otro López (Dóriga) frente a 8 millones de televidentes el 17 de noviembre pasado. La imagen de los dos López, con sus respectivas manos encontradas, tendrá que ser archivada para que los historiadores del siglo XXII identifiquen los hitos que distorsionaron a la economía y a la cultura mexicanas en la vulnerable, y a veces fantasiosa, transición mexicana.

 

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