Como quien reconoce que cometió un error y busca enmendarlo, Andrés Manuel López Obrador ha decidido que esta vez no se peleará con los empresarios; no les dirigirá discursos duros ni tendrá para ellos expresiones soberbias o amenazantes. En síntesis, no repetirá uno de sus principales yerros en la campaña presidencial de 2006 porque al parecer ya entendió que, si bien el pueblo vota, el dinero y los empresarios vetan.

 

Buena parte del nuevo discurso de López Obrador está dirigido a los hombres del capital con quienes, a diferencia de 2006, se ha reunido en varias ocasiones, en público y en privado, en un intento de infundirles confianza y erradicar aquella imagen del “peligro para México” que le crearon los mismos empresarios que hace seis años, amenazados por el proyecto lopezobradorista y ante sus constantes desaires y rechazos, se volcaron con Felipe Calderón y fueron parte de la campaña sucia contra el tabasqueño.

 

Muchos se preguntan qué busca Andrés Manuel adelantando nombres de su posible gabinete cuando apenas es precampaña. Busca dos cosas: primero, mandar un mensaje de seguridad al electorado, de que confía en que su proyecto puede ganar la Presidencia, y segundo, decirles a los hombres del dinero que la suya es una propuesta de gobierno seria y que no jugará con las designaciones de quienes llevarían los asuntos económicos o sociales.

 

López Obrador intenta dejar en claro, al soltar nombres como el de Rogelio Ramírez de la O para la Secretaría de Hacienda o el empresario regio Fernando Turner, para Economía, que en un eventual gobierno no nombraría a los Bejaranos ni a los Fernández Noroña ni a otros nombres de perredistas que, aunque cercanos a él, no contempla en un gabinete o al menos no en las posiciones estratégicas.

 

Confianza, un elemento clave para los hombres de negocios, es lo que quiere transmitir el precandidato de las llamadas izquierdas, que en esa misma lógica ha anticipado que invitaría a Marcelo Ebrard como secretario de Gobernación, a Juan Ramón de la Fuente como titular de SEP, a Claudia Scheinbaum como secretaria de Medio Ambiente y a Javier Jiménez Espriú como secretario de Comunicaciones y Transportes.

 

Muy distinta actitud a la de 2006, cuando sus muy cercanos operadores cuentan que muchos empresarios y líderes empresariales pidieron audiencias con Andrés Manuel a lo largo de la campaña; si era una invitación a un evento público la rehuía y no aceptaba que se la agendaran y si lo que le pedían era un encuentro privado, su respuesta invariable para los empresarios era: “Díganles que platicamos después del 3 de julio”. Hoy no sólo quiere verlos y se reúne con ellos, también les dice su gabinete por adelantado.

 

Decía Kundera una frase que bien puede aplicarse al nuevo AMLO: “Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se rescriben las biografías y la historia”.

 

NOTAS INDISCRETAS… El “bloque de las izquierdas” que intentó armar Alejandra Barrales para enfrentar la cargada a favor de Miguel Ángel Mancera fue pulverizado por Ebrard. El segundo que declinaría por Barrales, después de Navarrete, era Martí Batres, pero ocurrió que se reunió en privado con Marcelo y después de ese encuentro, simplemente se disculpó: “Perdón pero las circunstancias cambiaron”… A los panistas que brincaron tras la designación de Isabel Miranda ya los calmaron con cargos y posiciones. El único que no se doblegó fue Demetrio Sodi, que a la invitación personal de la señora para que se sumara a su equipo, le contestó: “No gracias, no estoy buscando chamba”… Los dados empiezan con Serpiente. Mal augurio.

 

 

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