“¡Mira, mira! Ahí va uno, pero va tapado con la lona”, grita uno de los jóvenes apostado en la acera de la carretera México-Puebla, quien junto con otros vecinos de la colonia Jorge Jiménez Cantú, en Ixtapaluca, Estado de México, impiden el paso de camiones de basura provenientes del Distrito Federal hacia los dos vertederos ubicados en ese municipio.

 

Desde el lunes pasado que cerraron la carretera México-Puebla, un grupo de 200 colonos hace guardia en las aceras aledañas a la vialidad, vigilan que no pase ningún camión con desechos.

 

Después del cierre del Bordo Poniente, y ante la posible entrada de más camiones de basura a la zona los habitantes advirtieron que el primer camión de basura que vuelva a circular por ahí e intente llegar a alguno de los dos depósitos que hay en el municipio, volverán a cerrar la carretera, tal como lo hicieron el lunes pasado por nueve horas continuas.

 

Sin embargo, Ricardo, el joven que hace guardia a un lado de la carretera admite que los camiones volverán a entrar, esta vez por el puente nuevo que atraviesa la autopista México-Puebla, y que entra a los tiraderos por la parte de atrás, donde sólo hay algunas casas aisladas.

 

“Aquí ya no se meten, pero en dos o tres días van a estar entrando por allí y van a meter la basura”, dice mientras se encamina hacia el tiradero “La Cañada”. A la distancia observa como los camiones echan tierra sobre los montones de basura que alcanzaron a entrar en cinco días.

 

Ahí, en una mina que todavía produce arena, tepetate y grava, los camiones desecharon botellas, bolsas de plástico, llantas, envolturas y otros residuos que emiten un olor fétido que invade el ambiente.

 

La entrada principal está custodiada por policías municipales que impiden el paso. Sin embargo, en un hueco del camino que rodea la mina, los vecinos alcanzan a ver los trabajos que realiza la empresa Reciclados Integrales Ambientales. El lugar, aseguran los vecinos, abrió hace apenas cinco días y nunca había funcionado como tiradero de basura, hasta la semana pasada que cerró el Bordo Poniente.

 

El otro tiradero, “El Milagro”, intentó obtener los permisos, pero el gobierno municipal nunca se los dio, comentó Rogelio Tapia, representante vecinal. Esto no fue impedimento para que siguiera funcionando. En la entrada se observa un letrero con el nombre de Centro Integral Regional de Reciclamiento, Energía y Mineralización (CIREM), que tiene cuatro etapas de trabajo: almacenamiento temporal; planta de selección y reciclaje; mineralización de residuos orgánicos; y etapa de gasificación y generación de energía.

 

El personal se niega a hablar sobre el proyecto y no autorizan la entrada de ninguna persona a la zona de trabajo. Ante estos trabajos, los vecinos se mantienen alertas. No desean el paso de los camiones por la zona habitacional.

 

“Pasan con la basura mojada y van dejando su ‘jugo’ por todo el camino, que después se vuelve una peste”, aseguró Martín Rivera, un vecino de la zona. Además, advirtieron los inconformes, el tiradero mal controlado podría provocar la contaminación de los mantos acuíferos y terminar con toda el agua potable de la zona.