Las condiciones de pobreza, la crisis económica y los bajos salarios tienen a 3.1 millones de niños mexicanos de entre cinco y 17 años trabajando, principalmente en los campos agrícolas. A pesar de ello, sus familias no logran superar las condiciones de pobreza y marginación.

 

“Estos niños no van a la escuela, tienen un acceso limitado a los servicios de salud y una tercera parte de ellos vive en pobreza alimentaria. Realmente no tienen muchas oportunidades porque deben trabajar para ayudar a su familia”, explica Norma del Río, coordinadora del Programa Infancia de la Universidad Autónoma Metropolitana.

 

El ingreso de las familias de estos menores es, en promedio, de cuatro mil pesos o menos al mes, por lo cual los menores deben trabajar para ayudar a la comprar de los insumos básicos, pero aun así las familias enfrentan problemas de pobreza y marginación, advierte.

 

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el trabajo infantil en la región aumentó durante los dos últimos años; precisa que respecto a 2009, ahora hay 25% más niños entre 12 y 17 años ocupados en el campo, y 15% más en las zonas urbanas.

 

El informe Panorama Social de América Latina 2011 del organismo revela que en el caso de México los datos no son muy diferentes. De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), las condiciones de pobreza, la crisis económica y los bajos salarios tienen a dos millones de niños de esa edad trabajando.

 

Sin embargo, si se le suman los que tienen entre cinco y 11 años el número crece hasta llegar a 3.1 millones de trabajadores en el país que son menores de edad, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial del Trabajo (OIT).

 

De ellos, 70% trabaja en los campos agrícolas y el resto lo hace en los súper mercados o los puestos ambulantes de las grandes ciudades. Además, 40% de los niños que trabaja no recibe un sueldo por su actividad, mientras que 47% restante gana menos de dos salarios mínimos al mes.

 

“Es preocupante que no haya una remuneración porque esto sólo va ampliando los círculos de pobreza en los que viven”, señaló Martín Pérez García, director de la Redim.

 

La red reconoce tres tipos de empleos para menores: los deberes, que no siempre son remunerados pero no tienen horario y les permiten ir a la escuela; el empleo, que puede ser pagado, hay un horario flexible que les permite hacer otras cosas propias de su edad; y la explotación laboral, donde el niño no hace otra cosa que trabajar.

 

“Este –último- es el más grave porque vemos que del empleo se está pasando a la explotación, donde ya no se respetan las leyes ni los horarios y los menores son utilizados para trabajos que no son propios de su edad”, advirtió Pérez García.

 

Los menores que están en estas condiciones tampoco tienen un desarrollo escolar, emocional o físico integro. No tienen tiempo para ir a la escuela por las largas jornadas que pasan en el trabajo –en los campos esto está condicionado a la voluntad del patrón–, viven en aislamiento, no tienen tiempo para jugar y muchas veces viven hacinados con sus familias y otras tantas en un mismo espacio.

 

“Son niños que maduran muy pronto y se vuelven más críticos con su entorno, cosa que no pasa con aquellos que van a la escuela y tienen un entorno familiar más sano”, expuso del Río.

 

Otro problema al que se enfrentan es el despertar sexual a una edad temprana, debido a las condiciones en las que viven. Esto provoca embarazos en adolescentes, que son un problema de salud, alertó la investigadora.