La frecuencia de las grandes inundaciones en el Sureste de México disminuyó de un promedio de 30 años a entre siete y tres años, lo que hace prever que en dos años puede suceder en la región una nueva inundación que afecte principalmente a las zonas de Tabasco, Yucatán, Chiapas, advirtió Arturo Arreola, director del Instituto para el Desarrollo Sustentable de Mesoamérica (IDESMAC).

 

Recordó que la última gran inundación en la región fue en 2007 cuando a causa de las intensas lluvias los ríos Usumacinta y Grijalva rebasaron sus crecidas históricas dejando bajo el agua durante meses a más de mil 500 poblados, principalmente en Tabasco y Chiapas.

 

“Si se toma en cuenta que se ha disminuido a siete años el periodo de las grandes aguas, entonces sí podemos estar previendo un nuevo evento de este tipo en un par de años”, reiteró el experto.

 

La inundación de hace cuatro años dejó daños por aproximadamente 18 mil millones de pesos, según un Informe del Centro Nacional para la Prevención de Desastres (CENAPRED) que califica a este desastre junto con el huracán Stan, de 2005 (que dejó daños por 21 mil millones de pesos) como los dos de mayor impacto en los últimos 50 años en la región.

 

“En las costas de Chiapas y de la Península de Yucatán es tal la magnitud del impacto al medio ambiente que no nos queda más que emprender una serie de acciones de mitigación que pueden durar hasta 20 años y Tabasco es el mismo caso, la deforestación de la que han sido víctimas estas zonas ha hecho que ya no existan árboles y rocas que absorban el agua y eso hace que se vaya más agua hacia las poblaciones”, explicó.

 

Lamentó que a pesar de las experiencias de 2005 y 2007 aún no existan proyectos eficientes para la reforestación de la zona o para llevar esta agua de lluvia a más de 30 mil comunidades en la región con problemas de abasto, ya que ni siquiera existen planes institucionales para introducir sistemas de captación que permitan utilizar esta agua para llevarla a las cosas y zonas agrícolas.

 

Arreola manifestó la urgencia de hacer un reordenamiento territorial para identificar las poblaciones que ya no pueden seguir habitadas por el riesgo que representan las inundaciones, así como los ecosistemas y especies en peligro de extinción que se pueden recuperar.

 

El águila arpía es una de estas especies, es un ave que al extender sus alas puede alcanzar una longitud de hasta tres metros.

 

El fin de semana se realizó en Calakmul, Campeche, el 1er Foro del Agua “Calakmul: sustento hidrológico de la Península de Yucatán”, donde distintos expertos analizaron opciones para minimizar el impacto de las lluvias en la zona y aprovechar mejor el agua.

 

Sobre este tema Valeria Brabata, uno de los voceros de la Fundación Kellogg para el tema de agua, destacó la necesidad de apoyar el desarrollo integral de las comunidades en materia de captación y aprovechamiento del agua, pues la falta de disponibilidad del vital líquido impide el desarrollo de la población.

 

“Estamos trabajando en conjunto con ONU para el desarrollo de programas de prevención de riesgos y desastres en hacer planes de protección civil y tomar medidas de prevención para proteger desde casas y sembradíos, hasta a la población misma”, dijo Brabata.

 

Tanto expertos como sociedad civil buscan llamar la atención de tomadores de decisiones para disminuir el impacto del cambio climático en la zona y para la inyección de recursos en la implementación de sistemas de captación.