Si algo quedó claro en las recientes reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial celebradas en Tokio, fue que la crisis financiera y económica que azota a Europa, y en menor medida a Estados Unidos, aún está lejos de haber superado sus peores amenazas.

 

La salida de Grecia de la zona Euro sigue latente y ganando adeptos, la gravedad de la situación fiscal y financiera de España hace creer cada vez más que el rescate europeo es inminente, y la depresión económica que campea a buena parte de Europa presagia un largo invierno para el comercio y para los bancos con consecuencias sobre el resto del orbe, dado el peso de la Unión Europea en la economía global.

 

Por eso sería ingenuo pensar que la buena marcha de la economía mexicana no se verá afectada por una Europa convulsionada. Al respecto y a pregunta directa de David Lipton, subdirector gerente del FMI, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, respondió: “México no se ha escapado ni se escapará de los efectos de la crisis que, dicho sea de paso, ha obligado a realizar una coordinación diferente de políticas monetarias y financieras para establecer buffers que mitigan, pero no evitan la contaminación”.

 

Y si bien Carstens en esa respuesta se refería básicamente a los canales de contaminación del comercio y la inversión europea hacia la economía mexicana, no se puede hacer a un lado el hecho de que cinco bancos extranjeros con matrices en España, Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá poseen casi 70% de los activos bancarios del país, 67% de los depósitos y 66% de la cartera total. Es decir, en una situación de alto riesgo como la actual, sería ingenuo obviar la abrumadora presencia de la banca extranjera en el sistema financiero del país a pesar de los buenos indicadores que presentan hasta ahora las filiales de los bancos extranjeros asentados en México.

 

Por eso todo lo que se pueda hacer en materia de limitar los riesgos al sistema bancario no es exagerado, sobre todo ante la posibilidad de que las matrices en problemas intenten transferir recursos desde México a través de complejas operaciones financieras y fiscales, como se ha presumido en el mercado que ya ha ocurrido con algún banco español a través de limitar sus ganancias en México.

 

En ese sentido, en días pasados el Banco de México publicó nuevas reglas que reducen la posibilidad a los bancos de ceder deuda o derechos a sus accionistas al verse obligados a pedir autorización al banco central cuando estas operaciones sean mayores a 25% del capital básico del banco. Una medida que ayuda a limitar los riesgos para la estabilidad de los depósitos bancarios; sin embargo, las autoridades aún deberán seguir observando algunas otras fisuras que puedan ser utilizadas por las filiales para drenar los recursos locales hacia el exterior.

 

Son medidas prudenciales que requieren aguzar el ojo vigilante en momentos en que la inestabilidad financiera global ha debilitado a las matrices y les ha abierto el apetito por los recursos depositados en sus filiales.

 

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