Si bien en las mediciones preliminares rumbo a la elección presidencial de 2018, Andrés Manuel López Obrador tiene el tercio mayor de las preferencias electorales, hoy por hoy hay dos factores que irrumpieron en el escenario político que pueden cambiar radicalmente el panorama en la elección presidencial del próximo año: la conformación del Frente PAN-PRD y la virtual salida de Ricardo Monreal, delegado en Cuauhtémoc, del Movimiento Regeneración Nacional.

 

Y ahora estos dos factores son, sin duda, los cuales pueden dejar de nueva cuenta a López Obrador en la orilla en su tercer intento por hacerse de la Presidencia de la República e imponer un proyecto populista, conservador y aislacionista para México, a imagen y semejanza de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela.

 

Las cosas cambiaron, y mucho, en los últimos tres meses. Cuando se veía como improbable una alianza electoral entre los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, los dirigentes de estas fuerzas políticas, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, leyeron correctamente que el factor de dispersión de la oposición puede ser el elemento principal para lograr el triunfo en los comicios presidenciales; y le dieron la vuelta al juntarse y convertirse en una opción con posibilidad real de alcanzar la Presidencia y conformar un gobierno de coalición.

 

Sin duda, deberán remontar a los detractores del Frente que pretenden desvirtuar la alianza argumentando las diferencias ideológicas entre las derechas y las izquierdas, lo que lograrán, sin duda, si son capaces de construir un discurso que tenga como base los valores democráticos y la construcción de un programa que de manera concreta plantee soluciones viables a los grandes problemas de seguridad, corrupción y pobreza que aquejan a México desde hace décadas.

 

Pero no sólo eso; deberán desahogar con los menores daños y en el mayor acuerdo las candidaturas a las Presidencia y la Jefatura de Gobierno del DF, amén de tratar de lograr que ese nivel de acuerdo se extienda con éxito en las nueve postulaciones a las gubernaturas que estarán en juego en 2018, así como al terreno legislativo en las Cámaras de Diputados y Senadores.

 

Es ahí donde Ricardo Monreal puede convertirse en una pieza estratégica en el tablero de 2018, pues su salida de Morena representará el primer y más importante rompimiento en la corta vida de ese partido. La ruptura del delegado en Cuauhtémoc es la representación más clara de cómo el autoritarismo, la imposición y la simulación son los ejes con los cuales López Obrador ejerce el mando en Morena y con los que busca gobernar México.

 

La construcción de un acuerdo en el cual Monreal pueda ser lanzado como candidato a jefe de Gobierno por un frente en que participen PAN, PRD y otros partidos puede significar el ponerle enfrente a Claudia Sheinbaum un contendiente que puede realmente disputar la Jefatura de Gobierno a una Morena que así ya no se encontraría en una situación en la que se da por descontado que el partido de AMLO se quedará con el Gobierno de la Ciudad de México, pero no sólo eso, sino que esa candidatura también arrancaría a López Obrador miles de votos que podrían ser los que le hagan falta para conseguir la Presidencia y, otra vez, quedarse en la orilla.

 

caem