El mundo del cine vuelve a su normalidad, con festivales en puerta, próximos estrenos esperados rumbo al “verano fílmico” y lejos del glamour y la sobresaturación de noticias relacionadas con el Premio de la Academia, el famoso Oscar. Así que para cerrar el tema, a continuación algunos comentarios relacionados con la ceremonia, los ganadores y un poco más.

 

La ceremonia, como tal, fue rara, sin coherencia y rayando por momentos en lo absurdo. El monólogo de apertura de Chris Rock se me hizo bueno, en el que hizo alusión, como era de esperarse, a la controversia del ‪#‎OscarsSoWhite. Pero a partir de ahí todo fue en picada: abuso de “chistes” (o algo que intentaba ser humorístico) sobre lo mismo; segmentos como la presentación de los robots de Star Wars que no aportaron nada a la ceremonia; la presencia -otra vez- de Dave Grohl en un evento grande, ahora haciéndose cargo de interpretar “Blackbird” durante el In Memoriam; y hasta la tristísima y pobrísima ejecución vocal de Sam Smith al cantar el tema de la película Spectre.

 

 

Pero lo peor (aparte de haberle dado el Oscar a esta última como Mejor Canción), fueron dos cosas. La primera fue la total y absoluta falta de respeto a los ganadores, a quienes se les dio solamente 45 segundos para dar su discurso de agradecimiento. Se supone que es la fiesta de ellos, de los que ganan, pero a los productores les pareció mejor que el tiempo se ocupara en tonterías, en presentaciones que no aportaron nada y no en reconocer a los ganadores.

 

Era lamentable ver que la orquesta comenzara a “correr” del escenario a algún ganador, sólo para dar paso a algún segmento inútil o algún chiste de los presentadores, como el caso de Russell Crowe y Ryan Gosling, que perdieron más tiempo en su “pleito” que el que le daban a los ganadores. En este sentido, muy bien por el Negro Iñárritu, quien siguió con su discurso hasta que lo terminó y aprovechó para hablar de cosas importantes. Si los productores del show hubieran tenido un poco de sentido común, sabrían que hay premios y personajes a los que NO puedes cortar.

 

Sin embargo, sí hubo algunos momentos a destacar, además del discurso de Negro o el del Chivo Lubezki. El momento más emotivo de la noche fue el Oscar y el reconocimiento al maestro Ennio Morricone, al que la academia le debía al menos tres estatuillas.

 

El abrazo que se dieron él y John Williams, así como el reconocimiento de Ennio a este último hablan de la calidad humana y humildad que solo los verdaderos grandes tienen. Sin embargo, insisto en que a Morricone, que se convirtió en el ganador con más edad (87 años), lo premiaron por la película equivocada. Este año, en riqueza musical, el mejor score fue el de Williams para The Force Awakens, pero bien merecido el reconocimiento de pie que le otorgó la audiencia (y varios a la distancia) al gran maestro italiano.

 

En una noche en la que la mayoría de los premios estaban más que cantados, hubo dos sorpresas a destacar: la primera fue el triunfo de Mark Rylance como Mejor Actor de Reparto por El Puente de los Espías, de Steven Spielberg. Siempre he dicho que, entre sus cualidades, Spielberg es un estupendo director de actores, pues siempre les saca un extra que ayudan a sus películas. Como ejemplos están Richard Dreyfuss en Encuentros Cercanos del Tercer Tipo; un jovencito Christian Bale en El Imperio del Sol; Danny Glover, Oprah Winfrey y Whoopi Goldberg en la menospreciada El Color Púrpura; Tom Hanks en Rescatando al Soldado Ryan; Ralph Fiennes y Liam Neeson en La Lista de Schindler y varios más.

 

Apenas recientemente, cuando Daniel Day-Lewis ganó el Oscar como Mejor Actor por Lincoln, fue la primera vez que un actor dirigido por Spielberg ganaba la estatuilla, y ahora con Rylance, quien le robó todas las escenas a Hanks. Del resto de los premios a actuación (DiCaprio, Vikander, Larson), no había de otra. Ellos tenían que ganar, eran los favoritos y lo lograron.

 

La otra sorpresa de la noche fue menos vistosa, cuando la pequeña producción de ciencia ficción Ex Machina ganó a Mejores Efectos Visuales, imponiéndose a monstruos del ramo como The Martian, Mad Max y Star Wars. Una muestra de que se pueden hacer grandes cosas sin tener que invertir enormes cantidades de dólares.

 

Acerca del triunfo de los mexicanos, históricos Iñárritu y Chivo, el primero por ser doble ganador consecutivo, lo que no pasaba desde hacía más de 65 años. Muchos lo critican por ser demasiado ególatra y sangrón, pero se le premia al trabajo, no a la personalidad. Y guste o no, el Negro ya ha hecho historia. Y Lubezki pues es de otro planeta, reinventando la manera de hacer cine, así de fácil. Pero todo esto ya no debe sorprender. Hay que acostumbrarse a que el talento nacional está dentro de lo mejor del mundo… aunque le pese a Donald Trump.

 

Finalmente, el triunfo como Mejor Película de En Primera Plana (Spotlight) no me sorprende. Desde su presentación en el Festival Internacional de Cine de Toronto se decía que era de las favoritas y lo cumplió. Su mensaje es más trascendente e importante que la historia de venganza de The Revenant, un filme demasiado crudo para los estándares de la Academia. Como filme, el de Iñárritu es más completo, pero con Spotlight se premió a la importancia de su temática -la pederastia eclesiástica- que en países como el nuestro es cosa de todos los días y cuyos crímenes siguen impunes.