Bajo el entorno del marketing político la mutación ideológica es un efecto de la demanda del mercado, pero en Francia la pasión por la política no pasa por escenarios simulados, más bien, se alimenta a través de las ideologías.

 

 

Estas son las escenas de una reinterpretación de la toma de la Bastilla en pleno siglo XXI.

 

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  • El 14, no de julio sino de enero, el presidente François Hollande convoca a una rueda de prensa para declarar una especie de guerrilla al Partido Socialista, al mismo al que él pertenece. El motivo: encarar la crisis del déficit a través de un recorte al gasto por 50 mil millones de euros.

 

  • Se atraviesan elecciones municipales y los franceses hacen de ellas una especie de plebiscito: Sí o No a los recortes. Ganó la oposición y los socialistas ingresan a un punto de inflexión a la baja.

 

  • Hollande decide repavimentar el camino accidentado pero se equivoca. Se decanta por Manuel Valls como primer ministro. Sus rasgos políticos se encuentran más cerca del partido de Nicolas Sarkozy (Unión por un Movimiento Popular, UMP) que de los socialistas. Solo hay que recordarlo en 2012 cuando ejerció como ministro del Interior: orquestó una campaña para “limpiar” los campamentos ilegales de gitanos, y un año más tarde expulsó a una niña gitana a Kosovo a pesar de que se encontraba estudiando en el país galo.

 

  • Valls visita la Asamblea para vender su Pacto de Responsabilidad (reforma hacendaria) y recibe el desdén de medio centenar de diputados socialistas. El Partido Socialista (PS) alcanza la mayoría con 50.2% de los escaños (290/577). Aquí inicia la conformación del bando rebelde para defenderse de la guerrilla declarada por Hollande.

 

  • Desde el gobierno, el ministro de Economía, Arnaud Montebourg, encabeza la estrategia bélica infalible de culpar a un ente extranjero por los males domésticos: Angela Merkel.

 

  • Al parecer, para Montebourg, libertad, igualdad, fraternidad y globalización no son compatibles.

 

  • Las elecciones europeas en mayo acentúan la debilidad del gobierno de Hollande. Cae su popularidad junto a la de Valls mientras que la ultraderechista, Marine Le Pen, recoge votos que parecen caer desde un helicóptero.

 

  • Hollande no da paso hacia atrás. Promueve la congelación de pensiones superiores a los mil 200 euros y descuentos fiscales a los empresarios por 41 mil millones. Para incentivar el consumo, a los hogares les descuenta fiscalmente cinco mil millones. Asambleístas socialistas aprueban el último punto pero arrinconan a Montebourg.

 

  • El 29 de abril, por fin, la Asamblea aprueba las medidas con 265 votos a favor, 232, en contra, y 41 se abstienen.

 

  • El entorno es propicio para que Montebourg pase a la fase 2: la desestabilización del gobierno de Valls.

 

  • Montebourg promueve el storytelling con el que narra algo así como que el austericidio alemán estrangula a la economía francesa. Lo mismo critica al presidente de Peugeot, como que obliga a Alstrom a desentenderse de la alemana Siemens para coquetear con General Electric. Se produce la alianza con la estadunidense con la bendición de Montebourg, la condición, que el gobierno francés participe con el 20% de las acciones de la nueva empresa: mil 700 millones de euros.

 

  • Surge una huelga en el ministerio de Cultura por parte de los trabajadores eventuales. La ministra Aurélie Filippetti se alía con Montebourg y junto con el ministro de Educación, Benoît Hamon, afilan los cuchillos.

 

  • El pasado viernes, Montebourg decide activar la fase 3: la toma de la Bastilla. Frente a la pluma de Le Monde, el ministro de Economía no deja duda de lo mal que lo hacen sus jefes; que ambos bailan al son alemán y que quien paga las medidas austericidias es la sociedad.

 

  • Valls acude a la oficina de Hollande para formularle una única pregunta: ¿O él (Montebourg) o yo? El límite rojo lo rebasó, dice Valls.

 

  • Se rompe el gobierno.

 

  • Los opositores al PS piden más sangre. Comunistas demuestran que sí pueden aliarse con el UMP (ya lo hicieron en el Senado para reventar la conformación de regiones propuesta por Hollande); el Frente Nacional de Le Pen exige diluir la Asamblea. Nuevo gobierno a través de nuevas elecciones.

 

  • Hollande, en la soledad. Al parecer ha nacido el Frente Todos Unidos contra Hollande.

 

En fin, los episodios se multiplican pero dos fueron los errores que cometió Hollande; confundir al electorado a través de su mutación ideológica y olvidar que Francia es lo suficientemente etnocéntrica para mantener una enferma rivalidad con Alemania.