Es una realidad que el salario mínimo mexicano es totalmente insuficiente desde hace décadas para cubrir los requerimientos básicos que están contemplados en la Constitución. No alcanza y todavía son millones de personas las que dependen de este ingreso para sobrevivir.

 

 

El 1 de enero de este año, el mínimo subió de 73 a 80 pesos diarios. Pero también ese mismo día se inició el proceso de apertura de los precios de las gasolinas que trastocaron muchos costos de la economía.

 

 
Si se suma la depreciación del peso frente al dólar, lo que tenemos es una inflación que está hoy cercana a 6% anual, lo que ha deteriorado el poder de compra de prácticamente todos los asalariados que han quedado por debajo de estos porcentajes en sus revisiones salariales.

 
Y en especial le han quitado poder de compra al salario mínimo, porque la inflación anualizada de la canasta básica es de 8%.

 
De hecho, por ahora el mejor amigo del salario mínimo y del resto de los salarios ha sido el Banco de México y su política monetaria restrictiva.

 
Se ve que si Agustín Carstens aceptó quedarse el resto del año al frente del Banco Central fue porque aprovecharía ese tiempo para corregir las presiones inflacionarias con sus mejores mañas de halcón. Y porque recibió la promesa de hacerlo sin ningún intento de contrariarlo.

 
Y vaya que así ha sido. A todos sorprendió el más reciente aumento en la tasa de interés de referencia que no ayuda mucho al crecimiento de la economía, pero definitivamente pone un dique a la inflación y a su contagio.

 
No hay una oposición del Banco de México a un aumento del salario mínimo, eso es un pretexto que algunos argumentan para no asumir su parte en la responsabilidad de mejorarlo. El banco central sí apunta la necesaria focalización del salario mínimo y no el resto de los ingresos para elevarlo más allá de la expectativa inflacionaria.

 
Hay por ahora un compás de espera para anunciar el siguiente aumento al minisalario. Podría alcanzar un nivel muy cercano a los 100 pesos diarios, pero hay que cuidar los tiempos. Por eso hoy todos lo niegan, pero hacia la segunda mitad del año el tema crecerá.

 
Algo de lo que hay que cuidar es la disputa por la paternidad de este aumento. Si usted ve, por ejemplo, al jefe de Gobierno de la Ciudad de México más preocupado porque aumente el salario mínimo nacional que por la contingencia ambiental local, es por el beneficio político que calcula. Noventa y cuatro pesos diarios del mínimo dejan más votos que 177 puntos Imeca de ozono.

 
Una vez que la inflación quede controlada y realmente pueda estar de vuelta en el carril de 3%, se podría dar un aumento que no busque competir contra el alza de los precios, porque esa carrera siempre la tendrán perdida los trabajadores.