Tocó el turno de Atari. Quizá una marca que muchos jóvenes de hoy no conocieron, -si acaso la vieron impresa en una camiseta vendida en un tianguis de ropa vintage-, pero que para muchos otros, entre los que me incluyo, fue emblemática, ícono de la llegada de una nueva era para los consumidores: la era de los videojuegos.

 

En días pasados, la empresa estadunidense se declaró en quiebra. Una más que a diferencia de Kodak, otra compañía emblemática que recientemente corrió con la misma suerte, hace muchos años dejó de figurar en la mente de los consumidores que hoy dan vida a una muy redituable industria dominada por Microsoft con su Xbox, Sony con Playstation, y Nintendo con su Wii, principalmente.

 

Mi nostalgia por el Pong, Asteroid, o juegos posteriores como el clásico Pacman, o Space Invaders, con los cuales tuve contacto por primera vez en una consola de Atari, me llevó a buscar información sobre la noticia. Más allá de los detalles del anuncio, llegué a un interesante artículo de Heidi Moore, bloguera del periódico británico The Guardian que explora un concepto denominado “destrucción creativa”. Éste postula que la declaración de bancarrota en Estados Unidos no necesariamente se entiende como un acontecimiento del cual avergonzarse sino por el contrario, es una decisión que genera nuevas herramientas de innovación o “destrucción creativa”. En otras palabras, viejas ideas, compañías, patentes y marcas son destruidas y convertidas en nuevas y más beneficiosas alternativas. O Como diría la física, la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma.

 

El punto sobre el que Moore abunda, a propósito de la declaración de bancarrota de Atari, gira alrededor del talento de la gente que pierde su empleo repentinamente. ¿Aplica el concepto de “destrucción creativa” a gente entrenada, con experiencia y sobre todo innovadora en una industria dinámica y que sin ese ingrediente no podría vivir? Para el académico Viral Achayra de la Escuela de Negocios de NYU, continúa Moore, es útil que estas compañías dejen de existir porque el tipo de talento con que cuentan requiere trabajar en nuevos proyectos de innovación en vez de continuar atados a tecnologías que están muriendo; además, este es justamente el tipo de gente que hoy requieren las compañías que compiten en la economía de la innovación. Lamentablemente, en la vida real, la historia de transformación de la energía laboral ha sido otra, y para muestra el caso de la ya mencionada Kodak, que dejó sin empleo en un abrir y cerrar de ojo a más de 15 mil personas.

 

La habilidad de una empresa para competir en una economía global, donde la innovación y el conocimiento son cada vez más el diferenciador, depende mayormente del talento de su gente. Sería ideal que el concepto de destrucción creativa pudiera aplicar a esa fuerza laboral, concluye Moore. Como ahora le ocurre a Atari, el mejor legado que una empresa puede dejar es permitir que su gente se incorpore a nuevos lugares de trabajo y vacíe su energía creativa en lo que algún día, en el momento de más apogeo hicieron por su compañía. La destrucción creativa es sin duda, una gran idea.

 

@jorgetaboada