Ayer, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en declaraciones a la prensa en Washington, dijo que estará vigilante de las cuantiosas entradas de capitales a la economía. El diario La Jornada, en su versión digital, lo relató así: “En principio” -aseguró- los flujos de capitales que se están registrando “benefician al país, pero hay que mantener una vigilancia estrecha para que no generen distorsiones inadecuadas”

 

El gobernador tiene razón de estar preocupado y vigilante. Según las propias cifras del banco central, al 8 de abril pasado los extranjeros tenían 135 mil 285 millones de dólares en títulos de deuda del Gobierno federal, 37% del total en circulación. Pero es la velocidad a la que llegan los recursos del exterior a invertirse en deuda mexicana lo que preocupa: Desde finales de 2009, este saldo se incrementó por cinco.

 

Pero este es el hecho que México y muchos de los emergentes están viviendo desde que estalló la crisis financiera en las economías desarrolladas.

 

Lo que es interesante explorar es a qué se refiere Carstens con que estará vigilante “para que no generen distorsiones inadecuadas”.

 

Tengo la impresión que al gobernador del banco central le preocupa mucho el valor del peso frente al dólar.

 

La postura monetaria del banco central para bajar la tasa de referencia en medio punto porcentual, a 4%, tiene que ver con las amenazas al crecimiento económico del país. Por cierto, el FMI rasguñó su pronóstico original de crecimiento de 3.5% a 3.4% para el año.

 

Amenazas que se forman por un débil crecimiento económico en Estados Unidos, la propia inestabilidad financiera y el atorón económico europeo, así como por un cierto desvanecimiento de las presiones inflacionarias subyacentes en el país. Pero, ojo, también una amenaza al crecimiento es la fortaleza del peso mexicano frente al dólar, por los cuantiosos ingresos de capitales foráneos que vienen a comprar deuda del Gobierno mexicano. Un peso fortalecido cuando la industria estadunidense -nuestro principal comprador- no pasa por su mejor momento, sólo debilita a las exportaciones y a la cadena productiva que está detrás de ellas. De hecho, esas cifras ya las estamos viendo en el primer trimestre del año con una debilidad en las exportaciones de equipo de transporte (automotores) y de productos electrónicos y eléctricos en los que México basa en buena medida su fortaleza exportadora hacia Estados Unidos.

 

Y claro, un peso fuerte sólo abona a que disminuya la competitividad y el valor de las exportaciones y, con ello, una reducción en el crecimiento de la propia economía.

 

Para algunos críticos, en la decisión de la junta de gobierno del banco central de reducir la tasa de interés de referencia estuvieron presentes las presiones desde el Gobierno federal para poner freno a una mayor revaluación del peso y apuntalar el crecimiento de las exportaciones y de la economía.

 

Así que la vigilancia del gobernador sobre la entrada de capitales al país, parece más bien una sobre la paridad cambiaria. Vigilar al peso es la postura. La pregunta es si esta vigilancia también implica la tentación de “meterle mano” -de alguna forma- al tipo de cambio libre que se presume.

 

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