Foto: EFE Según datos oficiales, más de 106,000 personas se manifestaron en todo el país, frente a las 280,000 de hace una semana  

PARÍS.- El enfrentamiento entre radicales violentos y las fuerzas de orden francesas fagocitó hoy la manifestación en París del movimiento de los “chalecos amarillos”, que nació en protesta por el alza de los carburantes y que ha evolucionado como expresión de descontento contra el deterioro del poder adquisitivo.

 

Según datos oficiales, más de 106,000 personas se manifestaron en todo el país, frente a las 280,000 de hace una semana, lo que permitió al ministro francés del Interior, Christophe Castaner, hablar de “importante debilitamiento” del movimiento de protesta identificado con la prenda fosforescente obligatoria en todo vehículo.

 

En total, se organizaron más de 1,600 acciones en el país, sobre todo en centros comerciales, señaló el ministro, quien aseguró que, aunque la mayor parte fue pacífica, se registró “un endurecimiento” con respecto a los últimos días.

 

Pero todos los focos estaban puestos en París, donde los “chalecos amarillos”, hasta ahora más presentes en provincias, quisieron llevar la protesta para hacerse oír cerca del poder.

 

La iniciativa acabó en un enfrentamiento en los Campos Elíseos, emblema de la ciudad, convertida en un campo de batalla entre grupúsculos violentos, que lanzaron objetos a los antidisturbios y levantaron barricadas, respondidos por gases lacrimógenos, cañones de agua y cargas policiales.

 

En total, 130 personas fueron arrestadas, 42 de ellas en París, la mayoría por lanzamiento de objetos a la policía.

 

Barricadas incendiadas, paradas de autobús destruidas, al igual que terrazas de cafés y escaparates de comercios, imágenes duras en uno de los atractivos turísticos más reconocibles de una de las ciudades más visitadas del mundo.

 

De acuerdo con los datos oficiales, 8.000 personas invadieron la avenida, en medio de un imponente dispositivo policial que tenía la consigna de alejarlas del vecino palacio del Elíseo, residencia del presidente del país, Emmanuel Macron, en el punto de mira de los descontentos, que reclamaron su dimisión y que querían que su grito de protesta llegara a sus oídos.

 

El Gobierno, que desplegó 3.000 agentes en la ciudad, había dispuesto que la manifestación se desarrollara en el Campo de Marte, frente a la Torre Eiffel, pero este grupo heterogéneo, oficialmente ajeno a partidos y sindicatos, desoyó la consigna.

 

Castaner acusó a “sediciosos de la ultraderecha” de provocar los enfrentamientos con los antidisturbios y recomendó a los “chalecos amarillos” alejarse de estos “violentos”.

 

En su punto de mira situó a la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, que la víspera había llamado a concentrarse en los Campos Elíseos, pese al veto explícito del Ejecutivo a ese lugar.

 

“Los sediciosos han respondido al llamamiento de Marine Le Pen”, agregó el ministro, quien les acusó también de los ataques que han sufrido en los últimos días diputados del partido de Macron.

 

Le Pen se defendió, aseguró que en ningún momento llamó a cometer actos violentos y acusó a Castaner de no haber sido capaz de contener a los grupúsculos radicales.

 

A través de Twitter, Macron se declaró “avergonzado” por “los que han violentado a otros ciudadanos y a periodistas, los que han tratado de intimidar a cargos electos”, y afirmó que en Francia “no cabe la violencia”.

 

La tensión registrada en París contrastó con el ambiente más distendido del resto del país, donde al igual que el sábado pasado los “chalecos amarillos” bloquearon carreteras y puntos logísticos, abrieron peajes de automóviles y organizaron protestas.

 

El Gobierno no informó de incidentes, a diferencia del pasado sábado, cuando se produjo una víctima a la que se añadió otra en el transcurso de la semana, cuando los actos de protesta se mantuvieron, con menor intensidad, por toda la geografía francesa.

 

El punto más violento ha sido la isla de La Reunión, en el Índico, donde la extrema situación llevó al Ejecutivo a decretar el toque de queda, mientras Macron ordenaba el despliegue del Ejército.

 

La clase política en pleno pidió una reacción al presidente, que por el momento se ha limitado a asegurar que mantendrá su decisión de imponer una tasa ecológica a los carburantes, destinada a reducir el uso de los más contaminantes, medida que está en el origen del movimiento de los “chalecos amarillos”.

 

Macron tiene previsto anunciar el próximo martes un conjunto de medidas que atenuen ese impuesto en los hogares más modestos.

 

Hasta ahora, el presidente elegido en mayo de 2017 no ha dado marcha atrás en ninguna de sus decisiones, pese a las protestas callejeras.

 

Pero a menos de un año de las europeas, la primera cita con las urnas desde que llegó al Elíseo, y con una popularidad muy dañada, la situación es más delicada.

gac