Este año, por primera vez en más de siete décadas, no se entregará el Premio Nobel de Literatura, ese galardón de la Academia Sueca tan prestigioso, codiciado y tan bien dotado (casi un millón de dólares) al que aspiran desde 1901 los más grandes nombres de las letras de todas las lenguas y nacionalidades.

La meca literaria se está hundiendo carcomida por polémicas mucho más estremecedoras que las que surgieron a raíz del otorgamiento del galardón a Bob Dylan en 2016.

Todos los elementos del escándalo podrían encontrar espacio en una buena novela negra al estilo trilogía de Millennium, de Stieg Larsson. Tenemos agresiones sexuales en el seno de la Academia, irregularidades financieras, conflicto de intereses, corrupción, peleas internas, filtraciones del nombre de los premiados, ingredientes de sobra para empañar la honorabilidad del célebre galardón.

Vayamos al grano: en plena expansión del movimiento #MeToo, 18 mujeres integrantes de la Academia sueca aseguraron haber sido víctimas de abuso, acoso y hasta violaciones sexuales por parte del dramaturgo y fotógrafo francés Jean-Claude Arnault. Se trata de una figura influyente, íntimamente vinculada a la Academia y esposo de una de sus miembros, la sueca Katarina Frostenson. Numerosas agresiones fueron cometidas dentro de los locales pertenecientes a esta institución.

Su privilegiada posición en el universo de las artes aparece como factor clave para seducir con éxito. Esto no es todo, ya que el francés y su cónyuge nórdica habrían revelado antes de tiempo los nombres de ocho ganadores del Nobel (entre ellos los galos Le Clézio y Modiano, así como la austriaca Jelinek).

Por si fuera poco, la pareja es propietaria de un club intelectual -donde solían juntarse los miembros del jurado- que recibía fondos financieros de la Academia. Además, Arnault, beneficiario de una confianza ciega de la institución sueca, administraba a su gusto un departamento de lujo en el selecto barrio VI de París, propiedad del organismo encargado de otorgar el reconocimiento más importante de las letras.

El escándalo sacudió tanto al mundo que el siempre discreto Rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, el principal mecenas de la Academia, decidió modificar los centenarios estatutos de la institución para permitir la renuncia de sus miembros (antes su sillón era vitalicio).

¿Logrará la Academia sueca restaurar su credibilidad? Hay dudas al respecto, sobre todo si se tiene en cuenta que Jean-Claude Arnault, considerado durante décadas un pilar esencial del universo intelectual sueco, no logra deshacerse de la etiqueta del “Weinstein de los Nobel”.