La historia en reversa: el tenis, esa actividad en la que hace no mucho tiempo se consideraba veterano a alguien de 27 años, en la que se aseguraba que al tocar la treintena ya era imposible competir, en la que se creía que los futuros campeones estarían todavía en la adolescencia, hoy vive días curiosos.

Con Rafael Nadal, Roger Federer y ahora Juan Martín del Potro en lo alto de su clasificación ATP, más la reciente coronación de Novak Djokovic en Wimbledon, ningún deporte como este ha viajado atrás en el tiempo.

Cada uno de esos cuatro casos es especial y loable a su manera, aunque quizá ninguno más conmovedor que el del menos laureado de ellos, el apodado Delpo.

Hacia 2014, el retiro parecía inevitable para el argentino. Con el inmenso consuelo de haber conquistado un Grand Slam ante una de las mejores versiones de Federer (el US Open 2009, con veinte años), era evidente que ya no contaba con sus aliados más importante para convertir en arma la raqueta: sus muñecas recaían una y otra vez, obligándole hasta a cuatro operaciones, haciéndole cambiar como hábitat a la cancha por el quirófano.

¿Por qué no se retiró? Porque cada que el dolor, la impotencia, la incertidumbre, le doblegaban, pudo más su necesidad de ser. En sus palabras, hoy que inesperadamente vive el mejor momento de su carrera: “Cuando me preguntan qué objetivo tengo, si me veo peleando por el número 1 o lo que sea, yo digo honestamente ‘quiero estar sano’”.

Juan Martín sufrió demasiado y así llegó a los Olímpicos de Río 2016. El destino quiso que en la primera ronda se enfrentara al gran favorito, Djokovic. Al salir del entrenamiento, diría a la prensa (así me lo cuenta Rodrigo Méndez), “a ver cuántos sets aguanto”. Enorme fue la sorpresa, ese día eliminó a Nole y continuó venciendo a rivales, incluido a Nadal, lanzado por un corazón sólo tan grande como su poder mental. Había iniciado el año en la posición 1042 del mundo y, de pronto, ahí estaba con la medalla de plata.

Ese es el personaje que a unos días de cumplir treinta años, ha alcanzado la mejor posición ATP de su carrera. Si nos guiamos por coronas grandes, evidentemente está lejos de los mejores de su generación. Si consideramos el calvario que ha superado, sin duda, es necesario subirlo a un pedestal.

El tenis, en el que quienes pasaran de los 27 presuntamente habrían de inscribirse en una liga de jubilados, hoy es el paraíso de los veteranos.

Y es que habiendo tantos riñones, como con Del Potro, poco importa que las piernas vayan a menos.

Twitter/albertolati

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