Hay muchas maneras de llegar al poder. Puede ser por las urnas –el principio de la democracia– o puede ser a base de un golpe de Estado que degenera en tiranía, bien de derechas, bien de izquierdas. Son esas dictaduras cuyos responsables piensan que se van a perpetuar toda su vida, aunque, al final, siempre terminan de mala manera.

Hay un tercer modo de entrar al poder por la puerta de atrás, utilizando todas las malas artes para expulsar al contrincante y hacerse con el poder. Es lo que ha ocurrido con el nuevo Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Y no por la famosa moción de censura –un mecanismo legal que está previsto en la Constitución española por el cual los parlamentarios pueden votar para echar al Gobierno si consideran que éste está haciendo un mal trabajo–, sino por cómo lo ha hecho.

Pedro Sánchez ha cometido un despropósito al pactar con Esquerra Republicana de Catalunya y el PdeCat, ambos partidos catalanes que quieren separar a Cataluña de España. El último, por cierto, es el instituto político del prófugo de la justicia Carles Puigdemont. El mismo despropósito lo ha hecho al pactar con el partido populista radical de izquierdas Podemos, con los también radicales populistas de Compromis y con Bildu, que ha sido el partido político de ETA, sobre la que pesan los asesinatos de casi 900 inocentes. Por último, es otro despropósito el haber negociado con el partido conservador, católico y nacionalista, pero también independentista, el Partido Nacionalista Vasco. Bueno, pues esa fauna tan dispersa, cada uno de su padre y de su madre, que son antagonistas, son los compañeros de viaje de Pedro Sánchez.

Es indigno que haya pactado con los institutos políticos que quieren romper España; es indigno que haya hecho lo mismo con los que defienden a ETA; es una traición pactar con semejante gentuza. Sí, gentuza. Ellos son unos sinvergüenzas y Sánchez, un amoral que ha negociado con el diablo con tal de llegar a ser Presidente del Gobierno.

Muchos estábamos más que hartos de la arrogancia del Partido Popular en los diferentes gobiernos, tanto de Mariano Rajoy como de José María Aznar. Estábamos hartos de las corrupciones y sus connivencias. Estábamos hartos de tanta impunidad. No podíamos desayunarnos un día sí y otro también con un caso nuevo de corrupción. Sin embargo, había maneras y maneras de anatemizar al contrincante, pero no echándole del modo más abyecto para entrar a la Moncloa saliendo de las atarjeas hediondas.

Ahora bien, si Pedro Sánchez piensa que va a poder aguantar los dos años que restan de legislatura, lo tiene muy complicado. Los socios podrían convertirse en su peor enemigo en el momento que este endeble gobierno no les dé todo lo que ellos quieren.

El Parlamento español está formado por 350 diputados. El Partido Socialista Obrero Español, la fuerza política del nuevo gobierno, dispone de 84 escaños. Para poder sacar una ley adelante necesita 176 diputados. ¿Qué va a hacer para obtener el resto de los escaños? ¿Plegarse un día sí y otro también a los caprichos de sus “socios” para que les apoyen? ¿Y si así fuere? ¿Van a ratificar las leyes en el Senado? No lo creo, porque en la Cámara alta el Partido Popular posee mayoría absoluta.

A ver si aguanta un año, si bien le va; claro, siempre y cuando la “gracia” del señor Sánchez no colapse al país. Ésa es otra.