La bandera de Cuba en Washington, izada por el canciller Bruno Rodríguez, sólo es el símbolo con el que se tangibiliza la decisión de revivir las relaciones diplomáticas que tomó el presidente Barack Obama del 19 de diciembre pasado.

 

Lo importante es analizar el movimiento geoestratégico sobre el ajedrez de Obama, es decir, los cambios de ubicación táctica-ideológica que tendrán países tan disímbolos entre ellos (pero afines en su posición frente a Estados Unidos) como lo son Venezuela, Nicaragua, China y Rusia.

 

Dos aspectos cambiarán de manera inmediata gracias al nuevo establecimiento de las relaciones diplomáticas: se difumina el legado ideológico de la Guerra Fría, que incentivó a Fidel Casto para perpetuar y justificar su revolución, y Cuba comenzará a acelerar su paso sobre la ruta crítica hacia su globalización (receta a la China).

 

 

Raúl Castro y Barack Obama no podrán disipar dos anatemas que han estado enraizados por más de 50 años: derechos humanos y embargo comercial. Ayer, el canciller cubano Bruno Rodríguez mencionó en varias ocasiones la palabra “soberanía”. Los cambios que espera Washington, dijo, corresponden “a la voluntad de los cubanos”. El concepto de “derechos humanos” es polisémico. Cada país lo define dejando a un lado la propuesta de Naciones Unidas.

 

Obama ya estiró la liga a su máximo nivel. Sin contar con el apoyo de los republicanos le será imposible desmontar el embargo.

 

John Kerry, el cerebro de la diplomacia estadunidense, ayer dijo que el proceso máximo de la relación tardará en llegar. “Habrá frustraciones”. Es normal. Mientras que Bruno Rodríguez pidió, también ayer, el desalojo de Estados Unidos de Guantánamo, Kerry le respondió que no ha sido tema durante la larga negociación.

 

Los cubanos de Miami reforzarán la ciudad-trinchera porque su único deseo es la muerte de Fidel Castro. Y sabemos que contra las obsesiones no hay inteligencia que las disipe.

 

Las externalidades de la nueva relación diplomática llegan a las campañas de los que aspiran a la presidencia de Estados Unidos. Los republicanos tienen problemas de identificación con los inmigrantes latinos. Marco Rubio, de origen cubano, quiere desmantelar la decisión que tomó Obama el 19 de diciembre. Es su oferta de venta electoral.

 

El costo de oportunidad es altísimo si tomamos en cuenta que en varias encuestas la mayoría de los estadunidenses desea el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Rubio, como Donald Trump, Ted Cruz y Jeb Bush, corre el riesgo, a los ojos de electores con origen latino, de convertirse en precandidato monotemático.

 

Otra externalidad es el cambio ideológico en el mapa latinoamericano. La estela chavista llega a su fin, lo que podría desestabilizar aún más al gobierno de Nicolás Maduro. Como comenta el académico de la UNAM, Guillermo Guajardo (en entrevista a 24 Horas el día de hoy), Cuba ha instalado sus redes de inteligencia de información en la arquitectura de seguridad venezolana. Será difícil que sean desmontadas de manera inmediata. “¿Cómo desarmar esa maquinaria sin que ocurra un vacío de gestión en aspectos estratégicos para Venezuela?”, asegura Guajardo.

 

Sismo cubano, terremoto global, o si se prefiere terremoto ideológico, sismo global. Un paradigma no se tira a través de decretos pero sí gracias a pequeños pasos anti paradigmáticos.

 

China y Rusia también resentirán los efectos de las ondas anti paradigmáticas con epicentro en La Habana. Aquello de que mis nuevos enemigos son amigos de mis viejos enemigos podría ser parte de la liturgia de la Guerra Fría. Día uno: Fin de la Historia.

 

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