Polisémica aunque casi siempre lúdica Twitter sorprendió por ser un arma de construcción masiva de comunicación. Desde su nacimiento, y en pocas horas, se convirtió en el primer espejo de cerebros a nivel global, o si se prefiere, en el incentivador casual de la opinión, en ocasiones, deslenguada. En pocas palabras, Twitter se convirtió en la primera feria de las vanidades del siglo XXI.

 

Pero no importa, lo trascendente en Twitter es su rasgo de construcción masiva de comunicación.

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La luz de la palabra incomoda al político que se ejercita en la sombra del poder; acostumbrado al lenguaje encriptado y a la red de comunicación entre élites, el político es intolerante a los efectos que producen las redes sociales.

La comunicación en redes sociales hizo estallar las áreas de comunicación social de las dependencias gubernamentales. Acostumbrados a los comunicados que se escriben solos porque no dicen nada, un segmento preponderante de políticos no supo reaccionar a la velocidad pero sobre todo, a las perspicacias que circulan en el ecosistema de Twitter.

Twitter llegó a Los Pinos sin pedir permiso. Los tuiteros se metieron a la casa presidencial sin el requerimiento de ventanilla.

A nivel internacional Egipto se convirtió en la capital global de las redes sociales, ya que 74.9% de sus usuarios acostumbran a escribir comentarios sobre políticos (en México menos de 50% lo hace de acuerdo con la encuesta Global Social Networks Research 2013, Vanguardia Dossier enero-marzo 2014). La Primavera Árabe fue rodeada por una naturaleza salvaje e indomable.

En Turquía, Twitter es el principal opositor de Erdogan. Su intolerancia le obligó a lanzar piedras en contra de los pájaros que emitían la corrupción de su familia.

En la naturaleza de Twitter se regodean los mimos. Su efecto mimético crea a los hashtags que no son otra cosa que la acumulación de sentimientos que nacen desde el desnudo de Miley Cyrus hasta las prepotencias de algunos políticos, pero sobre todo, de sus respectivos hijos.

Así nació el gobierno oclocrático de Twitter. En él, la muchedumbre se percató de la sumatoria anónima. El caos encontró sentido.

El ciclo de vida de Twitter ha cambiado, de la frescura ha pasado a la actuación; de la promoción ha pasado a la publicidad; del anonimato al mainstream; de la sinceridad al rating.

Nacen las estrellitas que se ofrecen como cajas de resonancia en una era donde en la televisión ya no caben los noticieros porque la confianza ha dejado de existir.

Los referentes de la televisión se resisten a ser abandonados por el rating. Así, personajes como López-Dóriga mutan a las redes sociales para demostrarnos que la exclusividad tiene nombre y apellido.

Los políticos intentan aplicarse un lifting-retórico pero la mayoría fracasa porque no son ellos quienes tuitean; lo peor es que saben que nosotros sabemos de su suplantación voluntaria de identidad, y algo peor, ellos y nosotros disimulamos.

Otra mala noticia es que, después de los documentos de Edward Snowden, nos enteramos de que existen nodos de control que se alimentan de las palabras que circulan en carriles de alta velocidad, es decir, en redes sociales. Pero un fenómeno provoca que pensemos que somos anónimos y como tales, no somos focos de atención de la NSA. Es decir, Twitter y Facebook nos traicionaron al compartir nuestros datos con la Agencia Nacional de Seguridad pero también disimulamos.

Los enemigos de Twitter son los poderes político y mediático, y lo son porque sus respectivos ecosistemas no permiten el crecimiento de la crítica oclocrática y los cambios de hábitos, respectivamente.

Afortunadamente, en Twitter prevalece la energía que destruye al silencio. Prevalecen las sorpresas pero cada vez se siente la presencia de softwares vigías.

Hoy, el componente-sorpresa de Twitter se ha degradado. No lo permitamos.

Ayer era (todo junto y sin comillas) una especie de gimnasio del morbo una sala de videojuegos una agencia de información personal un nuevo género publicitario un detonante de la cotidianidad un pizarrón para analfabetos (pero también para poetas) un centro de ligue un centro de actuación el apocalipsis del ridículo (pero también para los políticos del siglo XX que son esclavos de la peor retórica), hoy es un algoritmo que se puede controlar.

En 15 palabras hoy: Twitter es cultura de comunicación transmoderna que refleja comentarios no tan modernos. Prehistóricos pueden ser.

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