Está Cristina Kirchner en Argentina: día que pasa, día que queda un poco más claro que ella y su difunto esposo, don Néstor, se robaron hasta las lámparas. Está Lula en Brasil. Pese a la escapada hacia adelante de lanzarse como candidato, pese a los golpes de pecho y las retóricas del complot de la oligarquía, incluso pese a los espaldarazos de Pepe Mujica –ese asceta de la izquierda que recorría Uruguay en vocho cuando era presidente y que tampoco frenó los casos de corrupción en su administración–, es chirriante el modo en que agarró dinero de donde no.

Está por supuesto el narcoestado venezolano, que escapa a las clasificaciones de toda la vida, las normalitas, sobre la tranza entre políticos. América Latina es rara, sí. La corrupción de los gobiernos previos a la oleada de izquierdas, la de las democracias de centro derecha, bien real, tuvo una relación directa, causa efecto, con el arribo de los populismos, extremos y no tanto. Pero esos populismos, sin excepciones, dieron pie a formas de la corrupción no menos escandalosas y sobre todo más difíciles de desarraigar o castigar, porque la izquierda, desde siempre, tiene una especie de cheque en blanco moral que a saber de dónde salió pero que ahí seguirá. Vaya, que se victimiza y le funciona.

Haríamos bien en tomar nota, ya que estamos en etapa de Cuarta Transformación y todo es nuevo y esperanzador y prístino, y aun pueden evitarse desplomes en la corruptela generalizada. Los regímenes populistas se distinguen por un gasto público desaforado, una hipertrofia del gobierno que mucho tuvo que ver en aquellos países con la hipertrofia del robo.

En el México de la Cuarta Transformación hay en cambio, sobre el papel al menos, una tendencia a la austeridad, al ahorro, que puede ser una buena noticia (lo de las becas y apoyos y trenes millonarios, la neta, escama un poco, pero confiemos). En cambio, hay otras señales preocupantes de que podemos toparnos con una corrupción reloaded. Básicamente, merodean por los sectores morenistas personajes digamos, que no precisamente prístinos a la hora de manejar dineros ajenos, caso del redivivo Napito, o con problemas para controlar a sus empleados aficionados al efectivo, caso del eterno señor Monreal, para no hablar de la perdurabilidad chilanga de René Bejarano, cuyo Movimiento Nacional de la Esperanza no termina de hacer olvidar aquellos billetes y aquellas ligas.

Y es que no nos lo tomen a mal, pero nos hicieron ariscos a punta de videos y reciclamientos.

Aprendamos del vecino.

LEG