Si en las sociedades de la actualidad nos quejamos de la escasa movilidad social, en el futbol es tema muchísimo más complicado.

Aristocracia por demás endogámica, élites del todo cerradas para advenedizos, basta con asimilar no sólo que apenas ocho selecciones han sido campeonas del mundo, sino que la cifra de quienes han disputado una final no pasa de doce: ¡sólo una docena de equipos han jugado por el título, a lo largo de casi noventa años y veinte ediciones!

Como en ningún otro deporte, como en ningún otro torneo, en el Mundial de futbol la camiseta pesa y determina. Oráculo griego del que nadie escapa, pareciera que desde su nacimiento mismo cada representativo ya tenía definido por los astros hacia dónde habría de dirigirse: aquel muy alto, ese otro muy bajo, tales clase media alta, cuáles clase esforzada.

Por ello, cada cuatro años me parece curiosa la velocidad que se tiene para proclamar el inicio de un nuevo orden, de asegurar que la tiranía de los mismos ha caducado y que nuevos titanes mandarán.

Al final, la probabilidad marca que Alemania, Argentina, Brasil, Francia y España (los dos últimos, los de más reciente ingreso al jet-set del balón) tienden a pelear por lo importante en Rusia 2018. Eso no significa que todos ellos tendrán un mes feliz, porque al menos uno de ellos podrá regresar a casa más pronto de lo previsto, aunque escasa diferencia suele hacer.

No pocas veces, varios gigantes ya han sido campeones o finalistas tras abrir mal el torneo. Pensemos en España en Sudáfrica 2010 (comenzó cayendo a manos de Suiza) lo mismo que en Alemania tanto en 1954 (derrotada en primera fase por Hungría, al que derrotaría en la final) como en 1974 (cayó contra su hermano y enemigo, la Alemania Oriental, lo que le envió a la gloria por un camino más accesible), o en la Argentina que peleó la copa en 1990 (empezó vencida por Camerún) y la Italia que lo hizo en la de 1994 (fue sometida en su debut por Irlanda).

Dicho lo cual, sorprendernos por arranques flojos de las potencias e interpretarlos como signo de una nueva etapa, es desmesurado y todavía desaconsejado. Incluso a la vista de que Alemania perdió, de que Brasil, Argentina y España empataron, de que Francia, Uruguay e Inglaterra ganaron con sufrimiento.

¿Ganarán otra vez los mismos? Esta historia de tan limitada movilidad social, así lo dicta, aunque tampoco lo obliga: en 2010 hubo una primera vez para España, como en 1998 la hubo para Francia, como en 1978 la hubo para Argentina. Así que, expectantes.

Twitter/albertolati

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