Para Napillo, la única “lucha obrera” es la suya, que no significa otra cosa que hacer lo que sea, con tal de que no sea removido de la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares, al que llegó de manera fraudulenta, y no ser encarcelado por el robo de mil millones de pesos que quitó a sus agremiados, sin importar que para cumplir esos objetivos se dé la muerte de algunos compañeros.

Lo digo porque hace unos días, vimos una de las caras más cínicas del imitador de minero,  Napoleón Gómez Urrutia, quien organizó prácticamente un desfile por la muerte de dos compañeros de la sección 271 en Lázaro Cárdenas, Michoacán, hace 18 años; en lo que debería ser un día de luto y para pedir perdón a los mineros por engañarlos y hacerles creer que la pérdida fue en defensa del contrato colectivo de trabajo y sus derechos, pero no fue así.

En abril de 2006, este impostor organizó un paro ilegal en la empresa Sicartsa, en protesta porque el Gobierno se negó a darle la Toma de Nota que lo acreditaba como líder del Sindicato, ya que no es minero y no cumple con los estatutos para ocupar la secretaría general, por lo que legalmente en ese momento no representó a los compañeros y la empresa no podía negociar con él.

Para presionar al Gobierno, Napillo organizó un paro ilegal  para lograr su reconocimiento e incitó a los mineros de Lázaro Cárdenas a radicalizar la protesta, los engañó y dijo que la empresa no quería respetar sus derechos, por lo que impulsados y presionados por Gómez Urrutia se dieron enfrentamientos entre mineros y la policía, mientras que, desde su escondite en Canadá, él amagó al Gobierno de seguir con la violencia si no se le reconocía como dirigente, después de varios días de conflicto dos compañeros mineros perdieron la vida y más de 40 fueron lesionados.

Napillo quería un segundo enfrentamiento igual de violento; sin embargo, no tuvo eco ni por parte de los mineros, quienes se ocuparon de llorar a sus caídos y ni por parte de las autoridades.

En ese  entonces, Gómez Urrutia acumulaba conflictos, escondido en Canadá, para no ser encarcelado por el robo de los mil millones de pesos, ya que recaían sobre él miles de denuncias. Días antes, abandonó a su suerte a las familias de los 65 mineros fallecidos en  Pasta de Conchos. Para Napillo dos caídos más no significaron nada, sólo una amenaza al Gobierno.

Hoy, después de 18 años, Gómez Urrutia trae a México a sus amigos de varias organizaciones sindicales de Estados Unidos y Canadá, quienes lo cobijaron y cubrieron mientras se escondía de la justicia y que hoy presionan a sus gobiernos para que Napillo se favorezca del T-MEC.

Llegan a nuestro país como si fuera una  gran celebración, pero no, son cómplices de ese delincuente con fuero. A las familias de los fallecidos, ¿de qué les sirve hoy esa marcha? De nada, cuando necesitaban del supuesto líder, él ordenaba enfrentamientos desde su casa de lujo en Canadá.

Napillo no ha conformado un sindicato, organización que es cada día más débil, al poner a sus allegados por encima de los mineros, desplazar de los cargos sindicales a los mineros activos, para colocar a sus compadres o amigos de sus hijos.

Estos no son los únicos fallecidos por los caprichos de Napillo, en su conciencia carga más. Con todos ellos lucra, siguen siendo su botín político después de muertos.

No permitamos más abusos, no fomentemos el lucro con la lamentable muerte de los compañeros. ¡Napillo, ya no tiene lugar con los mineros!

 

      @CarlosPavonC