En una entrevista televisiva, siendo Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador declaró que si no pacificaba al país su gobierno habría fracasado.

 

Pues ya estará haciendo el recuento de los daños, no solo a juzgar por los hechos recientes, sino porque su sexenio ha sido en el que más muertos se han registrado, unos 183,000 hasta ayer, sin contar los más de 750,000 mexicanos que murieron a causa de la deficiente conducción del combate a la pandemia de Covid-19.

 

López Obrador dijo que aspiraba, modestamente, a pasar a la historia como un Presidente honesto, pero los constantes escándalos que involucran a su círculo cercano, incluidos sus tres hijos, con negocios turbios, también le juegan en contra.

 

Ya no digamos las deudas en materia de salud que tiene este gobierno con la población más pobre; desapareció el Seguro Popular y dejó sin atención médica a 30 millones de mexicanos que carecían de seguridad social a cambio de un engendro llamado Insabi que terminó por sepultar de un tiro.

 

La única manera de que López Obrador logré rescatar algo de capital para que su nombre aparezca en un libro de texto del próximo año es ganar la elección presidencial.

 

Por eso, la oposición teme, no sin cierta razón, que en lo que resta de la campaña presidencial sea más notoria la intervención del mandatario en apoyo a su candidata.

 

López busca entre sus seguidores, la mayoría beneficiarios de los programas sociales, esa parte emocional que le sirve de combustible para enfrentar a la prensa cada mañana.

 

Sus contradicciones y medias verdades han sido contabilizadas por cientos, y pese a ello no ha mostrado una pizca de autocrítica, un reconocimiento de que se equivocó en tal o cual obra, en tal o cual nombramiento, porque él sigue creyendo que es infalible.

 

Para mantener la leyenda, López Obrador necesita ganar la elección presidencial; que su legado perdure siquiera un sexenio porque, en el balance general, lo que más se recuerda de él, en este momento político, son sus políticas de reparto de dinero (que ya no alcanza y comprometerá a la siguiente administración), su afán de militarizar al país a pesar de que diga lo contrario y su fallida política de seguridad de “abrazos, no balazos’’, que hoy tiene al país como lo tiene.

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El Centro Fray Bartolomé de las Casas, reportó la muerte de por lo menos 25 personas, entre ellos varios menores de edad, en la comunidad chiapaneca de la Concordia.

 

Fue un fuego cruzado entre la Guardia Nacional y un grupo de sicarios.

 

El Gobierno federal ha guardado silencio; el estatal, a cargo de Rutilio Escandón, ni parece haberse enterado.

 

Que alguien lo despierte.

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José Yunes, candidato de la coalición opositora a la gubernatura de Veracruz, presentó una denuncia ante la Fiscalía contra la Corrupción para que se investigue a su contrincante, Rocío Nahle, por enriquecimiento inexplicable y lavado de dinero.

 

“Para poder pagar esas propiedades (cotizadas en unos 60 millones de pesos), Nahle tendría que trabajar 60 años ahorrando completamente su sueldo’’, precisó Yunes.

 

El candidato de la oposición también presentó su declaración “3 de 3’’, que supuestamente es obligatoria para todos los políticos, pero ya se sabe que aquí la ley no es la ley, acaso una alucinación.

 

Faltando dos meses para la elección, Yunes se encuentra a 8 puntos de distancia de Nahle, cuyo partido junto con el gobierno estatal no han escatimado recursos para ayudarle.

 

Hay tiro.

 

       @adriantrejo