Para nadie es un secreto que Andrés Manuel López Obrador es un hombre que desprecia y menosprecia las leyes. Desde aquel infame grito de: “¡Al diablo con las instituciones!”, el cual profirió en 2006, cuando se negó a aceptar su derrota en las urnas ante el panista Felipe Calderón, supimos que el hoy Presidente de la República difícilmente se apegaría al orden constitucional.

Por lo mismo, aquella estampa del 1 de diciembre de 2018, cuando le calzaron la banda presidencial y recitó: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución. Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”, hoy sólo puede ser considerada como una verdadera burla, porque a 220 días de que concluya su gestión como Presidente de la República, la única herencia tangible que le dejará a aquellos que creyeron en él es que aquí sólo mis chicharrones truenan.

Este miércoles, durante su conferencia Mañanera, el primer mandatario confesó, sin pudor y sin recato, haber violado la Constitución y, al mismo tiempo, se pasó por el arco del triunfo el valioso precepto de la división de poderes que debería imperar en favor de la buena salud de nuestra vida institucional. Henchido de orgullo aseguró que cuando Arturo Zaldívar Lelo de Larrea encabezó la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) él se comunicaba con el hoy exministro para darle línea:

“Cuando el ministro Zaldívar estaba de presidente de la Corte había más recato. Todavía cuando había un asunto así, de este tipo (refiriéndose a la liberación del delincuente Emilio Lozoya Austin, exdirector general de Petróleos Mexicanos, quien ya salió del Reclusorio Norte), nosotros respetuosamente interveníamos. Porque es que no sólo es la libertad aún cuando se trata de ‘libertad domiciliaria’ (?) para políticos, sino la delincuencia organizada.

“Acaban de suceder casos así, donde los jueces protegen y se libere a un delincuente en horas, no en 72 horas, en 24 horas(…) y en sábado. Y tenemos que andar pendientes si no tienen órdenes de aprehensión(…) Pero cuando se daban estos hechos y estaba Zaldívar, se hablaba con él y él podía, respetuoso de las autonomías, de los jueces, pero pensando en el interés general, pensando en la justicia, en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y le decía ‘cuidado con esto’”.

De ese tamaño el injerencismo (y el cinismo) del titular del Ejecutivo en asuntos que sólo le competen al Poder Judicial.

Obviamente, ayer por la mañana el flamante soldado morenista, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, tuvo que salir a limpiar (o cuando menos intentar limpiar) el tiradero que hizo el Presidente, lo cual estuvo muy lejos de lograr, pero sí dejó muy en claro que como hombre y como funcionario es un hombre sumiso y de muy poca estatura moral, pues negó haber influenciado o instruido a jueces y magistrados en fallos y rechazó cualquier acusación de injerencia durante su mandato y que siempre promovió la justicia de manera imparcial.

Don Arturo, por favor, no se esponje ni se haga el ofendido. Nadie lo está acusando de nada. En todo caso, reclámele a su patrón. Él fue quien hizo los comentarios que lo involucran.

Excusatio non petita, accusatio manifesta (excusa no pedida, acusación manifiesta).

 

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