Uno de los grandes pendientes que dejará el presidente Andrés López Obrador al concluir su administración, la cual termina el próximo 30 de septiembre, es el referente al de la salud pública, una hidra de mil cabezas a la cual el tabasqueño no le pudo arrancar una sola y a la que permitió le crecieran otras más por sus omisiones y también por aferrarse a jugar el exasperante juego de “los otros datos”. Y esta herencia, sin duda, provocará que su sucesora -Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez- arranque su gestión con un gigantesco handicap en contra.

La crisis en materia de salud en México es alarmante y ésta no se generó durante el obradorato, sino que viene de décadas atrás. Sin embargo, hay que reconocer que ésta se recrudeció y se agravó por culpa de las omisiones y las pésimas decisiones tomadas por el primer mandatario y sus colaboradores más cercanos en este rubro.

El desastre está por todos lados y en distintos frentes: desabasto de medicamentos, infraestructura hospitalaria colapsada, enfermos que requieren de atención especializada, salarios indignos y poco competitivos para el personal médico, bajísima disponibilidad de vacunas -no sólo para el Covid-19-… el etcétera es kilométrico.

Eso sí, el Presidente jura y perjura que “ya estamos mejor que en Dinamarca” y que el pueblo mexicano está “feliz, feliz, feliz”.

De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) hay poco más de 51 millones de mexicanos que no cuentan con acceso a servicios de salud públicos ni privados. Somos un país de 131 millones de habitantes, por lo que esta cifra no sólo es escandalosa, sino que también es catastrófica, amén de que se trata de un cálculo hecho por una dependencia del gobierno, por lo tanto el Presidente no tiene cara para rebatirlo o negarlo. Pero eso sí, ¿qué tal la ocurrencia de desaparecer el Seguro Popular y sustituirlo con la mala broma conocida como el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), el cual tuvo una efímera, deficiente e ineficiente vida de sólo tres años?

Y hablando de temas de Covid, el cual sigue siendo parte de nuestra cotidianeidad, ¿qué tendrán para decirnos el presidente López Obrador y su “consejo de notables” en esta materia -el secretario de Salud, Jorge Alcocer; el exsubsecretario de Salud, Hugo López-Gatell y la titular del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), la impresentable María Elena Álvarez-Buylla), pues al día de hoy seguimos esperando noticias reales sobre la vacuna mexicana “Patria”, de la cual nadie sabe nada a pesar de que ya se gastaron más de 150 millones de dólares en desarrollarla.

Y sobre los reactivos ruso y cubano, Sputnik y Abdala, respectivamente, mejor ni hablemos, porque además de que no están palomeadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo cierto es que ni siquiera sirven para combatir las nuevas cepas del bicho (EG.5, EJ, JN.1, Delta y Pirola).

Pero qué tal la megafarmacia en Huehuetoca, Estado de México, la cual sólo estuvo en operación el día de la inauguración (ya saben, para la foto) y que en sus primeros 21 días de existencia solventó un total de 67 recetas. ¡Todo un récord Guinness!

 

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