Especial REVISIÓN. Miembros de las Fuerzas Armadas inspeccionaron a un hombre y comprobaron su identidad durante su operativo en las calles de Carapungo, barrio popular en el norte de Quito, mientras Ecuador se encuentra en estado de emergencia.  

“Lo que nos saca ahorita es la necesidad de seguir trabajando, se siente mucho miedo, no se sabe que va a pasar”, dice Daniel Lituma, dueño de una panadería en el Centro Histórico, cerca del palacio de gobierno custodiado por decenas de militares fuertemente armados en Quito.

La tarde del martes, Lituma, de 30 años y tatuaje en el cuello, compraba junto a su esposa en un mercado cuando sus empleados le alertaron de los saqueos. A falta de autobuses empezó a correr desesperado para reunirse con su hija y ponerse a salvo en casa.

Hoy la necesidad económica le obligó a trabajar en una ciudad desolada. La idea de que un nuevo ataque ocurra en cualquier momento le roba la tranquilidad.

“Es agobiante. Uno tiene que salir todos los días porque nadie nos soluciona el tema del dinero, pero (vinimos) con mucho miedo, incertidumbre”, expresa.

Caminan a paso rápido, con la mirada alerta y hablan en voz baja en las calles vaciadas por el miedo. El terror se instala en Ecuador, mientras el narco exhibe músculo con ataques, explosiones, saqueos y tiroteos.

En la cabeza de Rocío Guzmán todavía resuenan las detonaciones de una balacera ocurrida la tarde del martes a pocas cuadras de su negocio, ubicado cerca de un hospital de la seguridad social en el centro de Quito.

La gente cerró los locales, vino gente corriendo“, cuenta la comerciante de 54 años, que el miércoles colgó unas pocas mascarillas y revistas en las puertas de su kiosco por miedo a los robos.

Decidió ir a su casa en medio del caos y luego quiso hacer compras pero “todo estaba cerrado, a las ocho de la noche no había nada, ni carros, ni negocios”.

 

GUAYAQUIL

Varios hoteles, oficinas y comercios cerraron. Los pocos transeúntes se silencian ante las preguntas de periodistas en la peligrosa ciudad de Guayaquil.

La reciente ola de violencia se desató tras la fuga de Adolfo Macías, alias “Fito”, jefe de la principal banda criminal del país conocida como Los Choneros.

Desde entonces hubo explosiones, motines carcelarios, siete policías secuestrados y 178 funcionarios penitenciarios retenidos en una arremetida del narco que dejó 14 muertos, según el último balance hasta el cierre de esta edición. Además hombres encapuchados irrumpieron con armas y granadas en un canal de televisión que transmitía un noticiero en vivo.

Unos pocos negocios abrieron sus puertas con zozobra y en algunas zonas había más policías que comerciantes.

El taxista Santiago Enríquez alerta por radio a sus colegas. Le tranquiliza saber que sus hijos están resguardados en casa.

También le alivia la presencia de Fuerzas Armadas en la calles luego de que el presidente Daniel Noboa declarara un conflicto armado interno y ordenara “neutralizar” a las bandas criminales.

“Van a actuar con más fuerza y eso es lo que la gente quiere para sentirse segura”, señala el conductor de 30 años. La víspera mientras trasladaba a un pasajero en Quito el ambiente se sentía “peligroso”, “tenso”, de “mucho nerviosismo”, recuerda.