Grande es el arte del inicio, pero mayor es el arte de poner fin

                                                              Henry Wadsworth Longfellow

 

Cada vida es un proceso compuesto de procesos. Todo tiene un comienzo, un desarrollo y un final. Nacemos, crecemos y morimos en etapas dentro de otras etapas. Cada hecho, acción, pensamiento, emoción, sentimiento y relación son producto de una trama que ha venido transcurriendo, muchas veces sin que nos demos cuenta, por eso es que tendemos a creer en las casualidades y los accidentes.

Sin embargo, todo lo que nos sucede “de pronto” ha venido sucediendo ya. El final de algo, bueno o malo, estaba anunciado desde un principio. No hay nada que podamos retener. Todo acaba y nuestro siguiente paso siempre será adaptarnos a lo nuevo, solo que…

Efectivamente, nos cuesta mucho trabajo, especialmente cuando lo nuevo es incierto o incluso invisible. Por eso inventamos el dicho popular de más vale malo por conocido que bueno por conocer.

El miedo que produce la incertidumbre impide moverse internamente hacia la aceptación del final de los ciclos. Se vive en pareja aún después de que la relación se acabó realmente; se conserva un trabajo que ya no reporta beneficio; se mantienen amistades insostenibles; se guardan objetos inútiles, valores sin valor, creencias obsoletas, entre otras cosas, mentales y materiales.

Y hay, además, cierto tipo de situaciones en que cerrar un ciclo se vuelve una tortura y un horror: cuando creemos que ya no habrá después nada mejor de lo que ahora tenemos.

Nuestra mente catastrofista comienza a vislumbrar el declive de nuestras vidas, la ignominia, la escasez, la soledad y muchas desgracias más. No confiamos en la vida y no queremos, por tanto, soltar lo que creemos tener aunque ya nos lo hayan quitado. Nos aferramos mentalmente, no damos vuelta a la página, nos hundimos en el pensamiento rumiante, preguntándonos por qué, qué hicimos para merecer esto, culpando a los demás y a la vida, sin querer mirar lo que la trama nos ofrece desde el comienzo de un nuevo ciclo.

No existe la nada. Nada nace de la nada. Es solo que el miedo no nos deja ver lo que ya está sucediendo, la trama que ha comenzado para dar el paso a la nueva etapa. ¿Y si no sale bien? ¿Y si me equivoco? ¿Y si…? Toda clase de dudas se nos presentan y despiertan nuestra compulsión por controlar, porque nos sentimos a la deriva.

Sin embargo, hay un acto mágico en la vida, que lo mueve todo a nuestro favor, ciclo tras ciclo: estar en el aquí y el ahora, presente por completo, evitando que la mente viaje con nostalgia a lo que se nos fue y con temor a lo que vendrá.

Y sí, todo mundo habla sobre el aquí y el ahora y casi nadie explica en qué consiste estar plenamente en él. Ahora trataré de hacerlo: cuando se sienta ansioso ante lo que usted sabe que es el cierre de un ciclo, siéntese en calma y en silencio a detectar todas sus emociones y pensamientos dirigidos a armar una fuerte resistencia al cambio.

Siéntalas, escúchelos. Ponga distancia, no se involucre, no les crea, no viaje con ellas y ellos a donde le lleven. Véalos pasar. Se dará cuenta que la mayoría son irracionales e imaginarios.

Cuando esté sucediendo esto, no olvide que nada viene de la nada, todo tiene una trama sucediendo aunque usted no pueda advertirla. No intente verla, porque de eso se tratan los milagros, de creer que lo mejor sucederá porque usted, y he aquí la clave, ha aprendido que está siempre donde debe estar, cuando debe estar, con quien debe estar, para lo que debe estar.

Esto es fluir. Si usted fluye, el universo lo hace con usted y en su favor. La trama se desarrolla sencillamente. Si se resiste, si piensa que lo que le está sucediendo no debiera ser, verá su vida estancarse y enredarse.

 

         @F_DeLasFuentes

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